Los datos de la prueba del Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes, por sus siglas en ingles PISA, que evalúa las competencias básicas en matemáticas, comprensión de lectura y ciencias, exhiben la devastadora realidad del panorama educativo en Guatemala. Nuestros niños y niñas no están adquiriendo las habilidades fundamentales que necesitan para prosperar en el mundo moderno.
El desdén de nuestras autoridades hacia esta realidad es un privilegio que se han otorgado en los últimos tiempos. Sin embargo, este menosprecio no los libera de su deber. Su estrategia de negación simplemente posterga el daño y el sufrimiento que nuestra nación experimentará.
A nivel latinoamericano, estamos en el sótano en términos escolares. Hemos permitido que se pisotee el futuro de toda una generación, y esa es responsabilidad de nuestras autoridades educativas.
La prueba PISA es un examen prestigioso y estandarizado que permite medir la calidad de la educación en los Estados que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Lamentablemente Guatemala está en su peor momento de las últimas décadas en todos los parámetros que mide esta prueba: comprensión lectora, matemáticas y ciencia.
Entre los países miembros, Guatemala está dentro de los peores evaluados en ciencia, solo en comparación con la prueba del 2017. Nuestro país está en el puesto 71 de 81, por debajo de Costa Rica que se encuentra en el 56 lugar y México en el 52.
No podemos permitir que la pobreza educativa siga siendo una realidad alarmante en Guatemala. Es hora de actuar
Esta evaluación mide los conocimientos adquiridos y las capacidades para aplicarlos en estas tres materias en jóvenes de 15 y 16 años y los compara con el informe anterior de 2018. Guatemala no ha mostrado cambios significativos en la proporción de estudiantes en niveles básicos de matemáticas, lectura y ciencias desde 2017, según PISA.
Sin embargo, el Ministerio de Educación, afirma que los datos son alentadores, puesto que se lograron subir los estándares esperados desde el 2017. Es una vergüenza que no mencionen que nos encontramos en los últimos lugares a nivel mundial, con un promedio de 364 puntos, a comparación de Singapur que está en el primer lugar con 575 puntos.
Desde el retorno de los estudiantes a las aulas tras la pandemia, no se ha llevado a cabo una evaluación diagnóstica a nivel nacional que permita comprender el alcance real de los impactos en nuestras niñas y niños debido a la crisis del COVID-19. La pandemia ha revelado una realidad alarmante: ni las instituciones privadas ni las públicas estaban adecuadamente preparadas para la transición a la educación virtual, lo que ha afectado tanto a estudiantes como a maestros. Esta falta de preparación ha exacerbado la ya preocupante situación de la pobreza educativa en Guatemala, dejando a muchos estudiantes en desventaja y a los maestros luchando por adaptarse a un nuevo formato de enseñanza. Es crucial que se realicen evaluaciones para entender la magnitud de estos desafíos y desarrollar estrategias efectivas para abordarlos.
Nadie en este gobierno se ha preocupado por un plan con bases sólidas que trascienda, para mejorar la educación, que al final es la principal herencia que le podemos dejar a nuestras generaciones.
Es alarmante observar la aparente indiferencia hacia el futuro de nuestro país. La educación en Guatemala no solo parece estancada, sino que está en un preocupante descenso, poniendo en riesgo el futuro de nuestras niñas y niños. Pareciera que a nuestros gobernantes les conviene un pueblo sin educación, ya que la falta de políticas de Estado efectivas y consistentes en este ámbito es evidente. La educación, que debería ser una prioridad, se ve relegada y no se aplican estrategias a largo plazo que garanticen su mejora y desarrollo. Esta situación es especialmente crítica si consideramos que la educación es la piedra angular para el desarrollo humano y económico de cualquier nación
Con la globalización, es importante que los estudiantes tengan las habilidades básicas para competir con estudiantes de otros países. Pero, ¿estamos preparando a nuestros jóvenes para esta clase de desafíos o les estamos truncando desde las aulas sus oportunidades para que puedan desarrollar sus conocimientos?
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Y si a eso le agregamos el manejo tecnológico o el conocimiento de un idioma extranjero, estamos hablando de un escenario aún más desafiante. En Guatemala, la enseñanza del inglés en las escuelas públicas es vista como deficiente y precaria debido a la falta de interés de las autoridades educativas en dicha disciplina.
Además, la brecha digital es una realidad palpable, con una inexistente inversión en tecnología educativa en los últimos años, y una falta de docentes capacitados para llevar a los estudiantes al conocimiento efectivo de esta importante área educativa. Esto limita aún más las oportunidades de los estudiantes guatemaltecos, especialmente aquellos de comunidades más desfavorecidas, para adquirir habilidades esenciales en el mundo actual.
La educación en nuestro país necesita un cambio radical. Debemos ocuparnos de que se transforme, pero debemos iniciar reconociendo que tenemos un problema y trabajar para mejorar. No podemos permitir que la pobreza educativa siga siendo una realidad alarmante en Guatemala. Es hora de actuar.
El contundente mensaje de Roberto Arzú a su hermano Álvaro, aquí puede leerlo