En estos inquietos días, a escasas jornadas de coronar su viaje el 2024, vivimos en Quetzaltenango, notoriedades refulgentes colmadas de trémulas incertidumbres, indeterminaciones, o imprevisibilidades. Casi nadie de los moradores puede evadir el matiz de tales circunstancias. Por el contrario, el pulso emotivo envuelve al vecindario y, cada vez más, incursiona con intimidad al campo de gravitación del Xelajú Mario Camposeco, conjunto futbolístico de sus amores y de sus aflicciones que, ahora se encuentra apreciando la aventura por la disputa final del campeonato nacional de balompié.
Daniel Matul Morales/laprensadeoccidente.com.gt
Si bien, este fogón futbolístico en apariencia atesora su propia especificidad, no es ajeno a las distintas esferas de la humanidad de Quetzaltenango: cultura, historia, antropología, identidad y rasgos periféricos que, expresadas en la metáfora futbolística revelan la idiosincrasia de los significativos residentes, ya sea en nivel de concepción o bien en grado de intuición, lo cierto es que conversar, dialogar o presentarse al estadio para avivar los encuentros gimnásticos del Xelajú M.C., permite el florecimiento a la superficie el pulso de pertenencia histórica, en vaivén de total confluencia de la población.
Un plano visible de coincidencia es el código del histórico Sexto Estados de los Altos, fundado el 2 de febrero de 1838, para entonces conformado por los departamentos de Quetzaltenango, Totonicapán, Sololá, Quiché, Retalhuleu, Huehuetenango, San Marcos, Suchitepéquez, Soconusco siendo su capital la ciudad de Quetzaltenango, de conformidad con el artículo 14 de la Constitución Federal de Centroamérica, que preceptuaba la formación de un nuevo Estado siempre que tuviera al menos 100 mil habitantes y que el Estado del que se separara mantuviera una población igual.
El Sexto Estado de los Altos, fue reconocido política y jurídicamente por la República Federal de Centro América, el 5 de junio de 1838, debidamente ratificado por el presidente general José Francisco Morazán.
Aunque esta gesta solamente estuvo vigente hasta 1840, cuando fue desestructurado por tropas militares del Estado de Guatemala al mando de Rafael Carrera, quien el 2 de abril en la plaza pública dispuso de la vida del alcalde, Dr. Roberto Molina Matta; síndicos y concejales: Félix López, Manuel Pivaral, Pedro Meoño, José Ignacio Hernández, Felipe Hernández, Zacarías Martínez, Marcelo Pacheco, José María Alvarado, José Ignacio de Paz, Eulogio Quezada, Romualdo Briones, Cesáreo Arango, Leandro Arango, Silvestre González, mártires alevosamente ejecutados.
Sin embargo, en la memoria colectiva el Sexto Estado de los Altos y sus notables figuras permanecen como baluarte que satisface los hechos simbólicos, la apreciación y afirmación del espíritu de la Metrópoli Altense.
Sucede que la insignia del Sexto Estado, como valor histórico de soberanía, identidad, unidad y valentía se configuró en pendón de semblantes horizontales azul, blanco y rojo en significación de libertad y justicia; pureza y lealtad; intrepidez y libertad. Años más tarde cuando emergió el Xelajú Marico Camposeco a la vida deportiva, esta bandera organiza el encendido uniforme oficial del equipo.
¡Sexto Estado! ¡Sexto Estado! ¡Sexto Estado! . . . Incansable vitorea, aplaude, ovaciona “La Gloriosa Barra Sexto Estado”, aclimatada en las graderías del Mario Camposeco, “no dependemos de los resultados porque nos mueve el amor al club”, proclama la premisa de sus incontables seguidores, cuya gigantesca bandera, transcripción de la del Sexto Estado, cubre el largo y ancho del graderío sur del coliseo deportivo local.
Por cierto, alguna vez Eduardo Galeano autor de la célebre obra «Las venas abiertas de América latina», también escribió el libro “El fútbol a sol y sombra”. Cuando en 1995, “El Gráfico”, clásica revista deportiva argentina, le preguntó: ¿Por qué escribió un libro sobre fútbol? Galeano, respondió: Porque el fútbol es el espejo del mundo y en mis libros yo me ocupo de la realidad. La realidad es una señora muy loca, que habla de día y de noche también; en sus horas de vigilia y mientras duerme o se hace la dormida; en las horas del sueño y de la pesadilla. Yo soy un escuchador de sus voces: quiero escuchar lo que ella cuenta para contárselo a los demás. Por eso me interesa la realidad que fue, la que es y la que será. Y el fútbol es una parte fundamental de la realidad, siempre me pareció muy indignante que la historia oficial ignorara esa parte de la memoria colectiva que es el fútbol en países como los nuestros, como el tuyo y como el mío. . .”
Acaso el fútbol no es el espejo de Quetzaltenango, de su historia y de su identidad; de sus goces y de sus sufrimientos; de sus certezas y de sus incertidumbres; de sus esperanzas y de sus desesperanzas; de sus luchas por la democracia y de sus luchas por la república; de su poesía y de su novela.
Es más, los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango, en algunas oportunidades han premiado obras acerca del futbol, en septiembre de este año obtuvo el primer lugar en la rama de novela “El Goleador”, autoría del escritor colombiano German Barrera Toro, en ella devela la cultura del futbol, pero también la situación de comunidades olvidadas por el Estado.
No es para menos, aquí en nuestra andina ciudad, nadie puede negar que tanto, El Sexto Estado como el Xelajú Mario Camposeco, penetran la psicología del vecindario, su ética, su moral, sus sueños que prefiguran un nuevo tipo de sujeto: el sujeto esperanzado como fin en sí mismo para resolver las ingentes necesidades latentes en la nación que, el Estado en 500 años no ha podido o no ha querido solucionar.
De ahí que explicar la fascinación y la emoción por el futbol en Quetzaltenango, necesariamente, vincula, relaciona, liga, enlaza arte, cultura, política, identidad, porque este deporte forma parte de la red de la vida ciudadana local. No solamente ocurre en Xelajú; la rivalidad entre el Real Madrid y Barcelona no es solo deportiva, en el fondo priva el reclamo independentista de Cataluña, frente a la corona española.
La “mano de dios” de Maradona se produce frente a Inglaterra en el campeonato mundial de 1986, en el Estadio Azteca de México, cuando recién había concluido la guerra por la soberanía de las Malvinas. Había que ganarle al colonialismo inglés. En Argentina, parece que la competencia, también supera lo atlético, en varios documentales del mundo acerca de Boca Juniors y River Plate, se comenta que la afición de Boca en su mayoría pertenece a clase trabajadora, y los aficionados de River por lo general conciernen a la élite de buen nivel adquisitivo. En México, América y Guadalajara.
Aquí en Quetzaltenango, la reivindicación del pasaje histórico del Sexto Estado, permanece en la Memoria Colectiva de la mano de lo lúdico, lo estético y lo artístico que ofrece el futbol. No podemos negar nuestra pertenencia a ese mundo que nos deleita, que nos hace vivir el aquí y ahora con suficiente atmósfera mágica y de misterio, aunque sea incomprensible para el positivismo que nos asfixia.
Sexto Estado es la impetuosa voz de batalla, promesa y compromiso tesonero por un futuro de libertad, armonía y paz. Es el clamor congénito ante la vida y ante la unidad para calmar huracanes, apagar incendios. Serenidad ante la incapacidad institucional desbordada en Xelajú. Significa en todo caso, vivir por un mejor destino.
Bibliografía
- El Gráfico. Revista deportiva Argentina. Por Redacción EG. 13 de abril de 2023.
- Face Book La Gloriosa Barra Sexto Estado Equipo Deportivo de Aficionados. Quetzaltenango. Año 2004.
- Soto, Oscar. El Estado de los Altos. Editorial El Estudiante. Quetzaltenango. Septiembre de 1997.
500 años: “Los pueblos originarios han decidido plantearlo desde la óptica de la invasión”