La guatemalteca Marta Elena Casaús Arzú, es doctora en Ciencias Políticas y Sociología, escritora, profesora titular en la Universidad Autónoma de Madrid. Ha escrito alrededor de cuatro libros, numerosas publicaciones en torno al racismo y la política. En esta oportunidad, conversamos sobre los 500 años de Quetzaltenango, los cambios sociales y la identidad quetzalteca.
Adrián Velásquez/laprensadeoccidente.com.gt
Sobre los 500 años, que para algunos es conmemoración y para otros, celebración. Desde su óptica, ¿cómo debería asumir esta fecha la sociedad para construir una visión de país?
Ni conmemoración ni celebración. Por supuesto que celebración no lo es. Es un hecho que marcó a muchos países, no solo Guatemala. Dependiendo de la óptica desde la que lo tomes. Los pueblos indígenas o pueblos originarios han decidido plantearlo desde la óptica de la invasión. Pero no solo fue invasión, fue también conquista y colonización.
Si la conmemoración es un hecho histórico que nos permite reflexionar sobre nuestro pasado y proyectar hacia el futuro, qué es lo que somos y a dónde queremos ir como proyecto de país y de nación. Entonces una conmemoración podría, digamos, valer más que una celebración. Pero hay otras personas, hay otros actores que prefieren hablar de dignificación.
Pero dignificar un hecho de esa naturaleza, me cuesta. Dignificar a las víctimas de un conflicto, bien. Pero dignificar un hecho como 1524, yo creo que, lo que hay que hacer es explicarnos los efectos y las consecuencias que tuvo para todos nosotros. No solo para unos, sino para el conjunto de la población. Si me tuviera que quedar con un término me quedaría con conmemoración. Como un hecho de disputa entre distintos actores y perspectivas para llegar a entender lo que pasó y cómo nos marcó ese hecho para el resto de nuestra historia.
Para construir un país ¿en qué lugar o cuál es la posición que debemos tomar?
Yo creo que, en este momento tan especial, yo no te digo que sea el único momento de la esperanza y de la democracia en nuestro país, pero es el primero que tenemos en muchos años. De manera que esta es una oportunidad histórica que tenemos, la que estamos viviendo. ¿Cuál debería ser nuestra visión? ¿No sé si me estás preguntando sobre 1524 o sobre la situación actual del país?
Sobre nosotros como indígenas, es decir, ¿Dónde tenemos que estar?
El gran aporte de los pueblos indígenas en relación a 1524 yo lo resumiría en cuatro elementos: en primer lugar, que los pueblos indígenas se han situado desde la óptica, no solo de los vencidos, como escribieron algunos autores en los años sesenta-setenta, sino la visión de aquellos pueblos que han resistido la conquista y la colonización.
Hay un factor muy interesante que están rescatando los pueblos originarios, porque en este momento son pueblos originarios, no son pueblos indígenas, como bien dice Rigoberto Quemé. Los pueblos originarios lo que están rescatando es la resiliencia. Si no hubiera sido esa resistencia para recuperar su memoria, a través de la historia oral, de los bailes, de las crónicas, etcétera, no habría una población, digamos, maya o una población originaria o indígena o como quieras llamarle, que en estos momentos tuviera tal capacidad de resistencia y resiliencia, sin olvidar su pasado. Yo creo que el hecho de recuperar el elemento de la resistencia o resiliencia, como bien dice Demetrio Cojtí, es un factor más que posiciona a los pueblos indígenas en una actitud de: «aquí seguimos estando». «No han podido detenernos, ni han podido doblegarnos». «Y aquí seguimos …”. Por otra parte, yo creo que los pueblos indígenas, en estos momentos, no solo ven el pasado y no solo hay un resentimiento de: «Ay, es que los españoles fueron malos», «ay, es que los castellanos», «ay, es que Pedro de Alvarado», no. ¿Cuál es el fruto de esa situación y en qué situación estamos para enfrentar el futuro? Tienen una posición que a mí me parece muy interesante de ver el pasado con ojos del presente.
Otro elemento importante que están haciendo los intelectuales mayas, los mestizo-ladinos y también los intelectuales extranjeros, es recuperar todas esas cantidades de crónicas, de lienzos. Como el de Quauhquechollan y no solo el Memorial de Sololá, sino cantidad de crónicas y de libros que en estos momentos nos permiten ver la visión del otro con una visión que no ha sido explicada, ni analizada, ni tenida en cuenta. Entonces, el hecho de valorar y visibilizar todos esos documentos, libros como el de Diego Vásquez Monterroso, a mí me parece extraordinario.
Entonces, esa recuperación está permitiendo a los jóvenes darse cuenta del gran valor y del poco conocimiento que tenemos de los textos de los pueblos originarios y solo hemos leído la historia oficial de «las batallas y victorias de un Pedro de Alvarado». O sea, esa recuperación ya es un hecho. Vamos por el tercer elemento.
Y el cuarto elemento que a mí me parece novedosísimo es que esta nueva memoria de nuestro pasado, esta nueva historia de nuestro presente más reciente, la estamos construyendo entre todos. No solo son los indígenas los que van por su lado, no solo somos los mestizo-ladinos. No hay ya, ese enfrentamiento, si quieres, teórico, ideológico de estar en un lado o en otro, sino que ambos grupos y pueblos. Pero de alguna manera esa contradicción de la que tanto habló Carlos Guzmán-Böckler, que fue nuestro maestro, o don Adrián Chávez o tantos otros, esa no es una contradicción que no nos permita trabajar juntos y avanzar. Pues yo creo que estos cuatro elementos marcan un antes y un después para el análisis de 1524 o de cualquier cosa o de los 106 días de resistencia.
Respecto a los 106 días de resistencia, el presidente Arévalo dio reconocimientos a los 48 Cantones, pero todos los días hay desalojos de comunidades indígenas.
Voy a decir una barbaridad de las cuales después me arrepiento. Es un gobierno que llegó fuera de tiempo y antes de tiempo. Es decir, lo que pasó en Guatemala fue sorprendente. Todos sabíamos que se iba a dar un cambio. Nunca pensamos que se iba a dar tan rápido. ¿Por qué? Porque no había candidato posible. O sea, la llegada de Bernardo (Arévalo) y del Partido Semilla al poder fue un hecho en el cual se unieron varios factores. El factor del voto nulo, del voto en blanco. El factor de que no hubo un consenso en cuanto al candidato de la derecha, sino que estaban divididos en tres. El factor, también, de los apoyos diversos del narcotráfico, del crimen organizado, que tampoco se pusieron de acuerdo. Y, sobre todo, la minusvaloración o la no tenida en cuenta que se quitaron de encima a todos los candidatos presidenciales que creyeron que podían hacerles sombra, entre ellos a Roberto Arzú, a Carlos Pineda, toda esa serie de factores hizo que el cambio que se tenía que dar en Guatemala se adelantó cuatro años. Esa es una posición muy personal. Los que llegaron al poder, Bernardo Arévalo y Semilla, de sorpresa, «no los vimos venir».
¿Fue una sorpresa total?
Produjo un gobierno inesperado, un gobierno odiado por la extrema derecha y por todas las élites corruptas que no se esperaban y que no pudieron pararlo. No pudieron pararlo porque no contaron (hay que decirlo) con el apoyo del Ejército, ni con el apoyo internacional, ni con el apoyo popular, que fue el más importante. Les falló, sobre todo el Ejército.
Con lo cual surge un gobierno inexperto, un gobierno frágil con un líder extraordinario. Le conozco a Bernardo, a mí me da la impresión de que es un líder de primera magnitud, pero que llegó fuera de tiempo, porque llegó con un partido muy pequeño, que lo primero a lo que se han dedicado estos tipos es a cercenar el partido para dejarlo solo, en esta posición de aislamiento.
Yo creo que la política es el arte de lo posible. Y lo que yo pienso es que las posibilidades de este gobierno son escasísimas. Mira el hecho de que se declara dos veces estado de calamidad y los congresistas no lo apoyan. Es que eso es el colmo de la desfachatez.
Entonces, si usted pone de un lado de la balanza a la élite del poder ya desgastada, al narcotráfico, al crimen organizado y a algunas iglesias evangélicas. Pues, lógicamente, sí hay racismo encubierto.
De dónde surge la comunidad llamada “En dirección a las diez sabidurías”
Qué opinión tiene sobre Miguel Ángel Asturias, sobre todo por la tesis de todos conocida que escribió en su juventud
Miguel Ángel Asturias es un escritor brillante. Lo que escribió y la obra que nos dejó es fantástica. Ahora bien, esa tesis es imperdonable. Yo la he comentado mucho en mis libros, sobre todo porque es de las tesis más racistas, o más racialistas que he leído. Puede uno perdonarlo y decir: «no, es que lo escribió en sus años de juventud». Vale, puede ser, pero no es verdad porque tuvo oportunidad en los años posteriores cuando la volvió a reeditar. Yo, si hubiera escrito una tesina como esa, la hubiera quemado. Hubiera dicho: «No, es otro Miguel». Pero él confirmó esa tesis y la volvió a publicar cuando era plenamente consciente de que la escribió. Desde un punto de vista político o ideológico, es imperdonable. Ahora bien, yo no puedo negar que sea de los mejores escritores que hemos tenido. No lo puedo denostar. No puedo estar en contra de él solo porque en su época de joven, él no fue más que un hombre de su contexto y de su historia. Toda la Generación del Veinte, y puede leer mi libro de las Élites intelectuales y la formación de las naciones, todos los intelectuales de esa época eran casi iguales. Epaminondas Quintana, César Brañas, Samayoa Chinchilla, todos, vivían del pensamiento racialista europeo. Entonces eran profundamente racistas. La Generación del Diez, la de Carlos Wyld Ospina, en la de Velásquez, no, esa era una generación espiritualista y filósofa. Tenía una vertiente completamente diferente. Entonces, ¿qué me parece? Tenemos que seguir difundiendo y admirando la obra de Miguel Ángel Asturias sin que eso nos lleve a decir «pero es que hay una tesis sobre que a los indígenas había que tratarlos como ganado y mejorar la raza». Porque lo dijo, no se arrepintió de lo que dijo.
Faltan noventa días para las elecciones en Estados Unidos. Está en crisis el imperio, ¿será un cambio de época? ¿Una caída de la civilización de Occidente?
Yo siempre me he catalogado a mí misma como «pesimista estructural». Yo fui de las pocas, y lo sabe toda mi familia, que vaticiné el triunfo de Trump la vez pasada. Y todo el mundo me decía «Estás loca, va a ganar Hillary», e hice una carta a mis hijas del por qué iba a ganar Trump y de todos los peligros que íbamos a tener. Entonces, ¿qué es lo que yo creo? Que estamos al final de los imperios viejos. El imperio norteamericano ya es un imperio en decadencia.
Y es como la caída del Imperio romano, lo que pasa es que el imperio romano tuvo la habilidad de tener emperadores que hicieron que la caída no fuera tan brutal, tan violenta, quitando a Nerón, que era un loco absolutamente. Los emperadores posteriores fueron dignos, trataron de evitar la caída del imperio y que fuera de forma gradual. Aquí nos encontramos con una caída inevitable. Y con la emergencia de China y de la India, claramente hegemónica. No hablo de Rusia, porque yo pienso que Rusia está en un cambio geopolítico, geoestratégico, también se va al hoyo, o sea, por sus desmanes y sus excesos. El imperio norteamericano va a caer brutalmente porque no puede caer en manos de dos viejos. Una persona acusada en juicios y otra de un viejito descerebrado, que no quiere reconocer que no tiene capacidad para gobernar. Los dos son de una irresponsabilidad histórica porque no es Estados Unidos, somos todos los países. Y, además, ya no es solo el hecho de América Latina, que nos va a llevar la gran diabla, es que es el hecho de que estamos a punto de entrar en una conflagración mundial de una guerra nuclear. El tema es muy grave, Adrián. Es mucho más grave.
Yo se los explico muchas veces a las niñas y les digo: «Miren, niñas, están ustedes en tres puntos donde van a tener que salir corriendo».
¿Cómo es posible que Putin estuviera apoyando a la extrema derecha, a Le Pen, a los neo fascistas alemanes y a los fascistas españoles de Vox? Entonces, cuando ya el mundo ha perdido el norte y ha perdido sus referentes éticos, filosóficos e ideológicos, cualquier cosa puede pasar, Adrián. O sea, desde esa perspectiva yo… yo no soy catastrofista, no creo en Springer, el ocaso de los imperios, pero sí, este sí que es el final. Y va a ser un final dramático. Y todo final, en los imperios, suele ser muy… muy cruento. ¿Por qué? Porque se niegan a morir. Es una cosa inevitable.
Xela tuvo líderes. El caso de Rigoberto Quemé, llegó a la alcaldía por el Comité Cívico Xel-jú. Hemos tenido artistas como Ixquiac Xicará, músicos como Quixtán que triunfa en Europa, pero en este momento, tenemos un alcalde que cobra más que el presidente, con un asesor de a Q85 mil, tres asesores jurídicos de Q60 mil, ha logrado excluir del concejo a sus oponentes. El quetzalteco no logra reaccionar, no llega a firmar, no se presenta a una manifestación de protesta. Las mujeres ya no visten sus trajes. Grupos empresariales se reúnen y ven normal la corrupción ¿Tiene algo que ver eso con el racismo? ¿O es natural de la sociedad no accionar?
¿Por qué el quetzalteco es apático, es cerrado?
A saber. No conozco mucho la sociedad quetzalteca a pesar de que tuvimos la maestría allí. Trabajamos mucho con intelectuales y compañeros y profesionales mayas o maya-k’iche’. Mi amistad con Rigoberto, para mí es uno de mis mejores amigos, y también él se queja mucho de esa falta de resiliencia, de respuesta de los jóvenes. El fenómeno de los jóvenes es generalizado, yo creo que solo les enloquece el fútbol. Ha visto todo el follón de «la Copa de Europa», «la Roja», «el Real Madrid». Cosas que realmente uno se queda muy estupefacto. Es decir, un quetzalteco en una sociedad muy fregada, muy dividida, muy racista, y clasista, como la sociedad de Xela que se le ha perdido con tanto deporte, que si el Real Madrid, que el Barcelona, bueno, es la globalización.
Creo que aquí hay tres elementos que pesan muchísimo. La globalización, flaco favor nos ha hecho porque, por una parte, se ha insertado ahí, en todos los mercados, con lo cual cuanto más te parezcas a todo lo que está en la globalización: que uses Nike, etcétera. Entonces, todos estos signos externos, sean lo más parecido para ser una sociedad homogénea, pero homogénea dentro de la pobreza y dentro de la diversidad, por una parte. Por otra parte, yo creo que los movimientos en Xela, probablemente por ser la segunda capital, los movimientos sociales no se han afianzado bien. Sin embargo, en otros lugares, como el área de Chimaltenango o el área q’eqchi’, sí ha habido más contestación o más resiliencia.
Por otra parte, yo creo que la sociedad quetzalteca fue siempre muy cerrada y muy endogámica, muy diferenciada entre lo indígena y lo no-indígena. Entonces yo creo que, en esa medida, lo que les interesa en general a los jóvenes es mimetizarse y no ser nada. O sea, des identificarse. Yo creo que hay un proceso de desidentificación muy, muy complejo. Unido a la migración. Porque no sé cómo funciona la migración en Xela. No sé si es una migración muy fuerte, que también ayuda mucho a que la gente mande las remesas y «se enriquezca» dentro de la pobreza. Es decir, tenga más medios y en lugar de utilizarlos para generar o educación, o cultura o mayor bienestar, lo utilizan en aparatos eléctricos, vídeos, en teléfonos, etcétera, etcétera, ¿no? Entonces, las sociedades globalizadas, tienden, o, a identificarse mucho o a meterse en la globalización para pasar desapercibidas. Yo creo que Xela tiene ese problema. Porque si ve, de todas las manifestaciones, las de Xela no fueron las más fuertes, aunque hubo muchas.
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