Luego de celebrar la primera parte del “show democrático-político”, ahora corresponde la Segunda Elección, tal como lo define la ley, lo que comúnmente se denomina segunda vuelta. En la elección de junio, quedó en evidencia la poca capacidad y seriedad de los personajes que optaban a un puesto público. En la carrera presidencial, sobreviven la señora Sandra Torres del partido Unidad Nacional de la Esperanza -UNE- y el señor Bernardo Arévalo, del Movimiento Semilla.
Sin lugar a duda, las elecciones que se celebran cada cuatro años, están diseñadas y trabajadas para seguir fortaleciendo al sistema que beneficia a los grandes poderes oligarcas, sin embargo, y a pesar de la cooptación de la mayoría de instituciones, se suscitó un escenario inesperado, en donde el Movimiento Semilla se posicionó para la segunda elección, provocando sorpresa, incertidumbre, enojo y miedo para los poderes reales, así como esperanza para quienes exigen y reclaman una sociedad democrática que respete la diversidad en su concepto amplio.
Quienes han manejado el país en la última década, buscaron por todos los medios deslegitimar los resultados dados, por lo que se llegó a ordenar un reconteo de votos, que en general el TSE no lo hizo en el sentido pretendido, por lo que luego la estrategia pasó al ataque directo en contra del partido Semilla y su dirigencia, no obstante que la Ley Electoral y de Partidos Políticos, claramente en su artículo 92 indica que “no podrá suspenderse un partido después de la convocatoria a una elección y hasta que ésta se haya celebrado”.
“La desesperación de los protagonistas del sistema implantado, les ha llevado a conformar un frente común”
La desesperación de los protagonistas del sistema implantado, los ha llevado a conformar un frente común para garantizar que la señora Torres, sea la elegida en la segunda elección y que el señor Arévalo no se constituya en un riesgo a su estatus, y en general, al sistema en sí. De cualquier forma, si Arévalo triunfa, le será muy difícil gobernar ante la oposición que tendrá en el Congreso, el cual será dirigido por los que han cooptado al Estado.
Por otro lado, la población entusiasmada por el cambio, ven en Arévalo a un personaje mesiánico, más que por sus méritos, por no ser de los partidos tradicionales, hijo de quien marcó un hito histórico en Guatemala, el Dr. Juan José Arévalo Bermejo. No obstante, poco se ha analizado, que pensar en volver a los 10 años de “primavera democrática” y sus bonanzas, no es algo compatible con la dinámica normal de las sociedades, que evolucionan, para bien o para mal, que son cambiantes y que, en este caso, los contextos son muy diferentes.
La “primavera democrática”, no regresará con el cambio de presidente, aun cuando sea el Sr. Arévalo, ya que los problemas del Estado guatemalteco, son estructurales y se requeriría que los tres poderes del mismo, tengan una agenda común, la cual es imposible de pensar y materializar. Además, la población carece de formación política y, en su mayoría, no tiene la posibilidad de una incidencia real en la transformación del Estado, más allá del voto. Lo cierto es que al menos un paso adelante para alcanzar una sociedad más igualitaria, incluyente y democrática, ya será un avance en la historia de este maltratado país.
Queda esperar, sin mucha esperanza, los resultados de la elección de agosto de 2023