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Verificado: ¿fiestas o servicios? la prioridad para las municipalidades son los servicios

Las ferias del país se convirtieron en gastos. No existe ley que regule estas fiestas, por ende, no hay montos mínimos y máximos.

Gérman Gómez/ojoconmipisto

Los 340 municipios del país tienen una feria al año. Algunos hasta dos o más, como sucede con Mixco, Guatemala o Cuyotenango, Suchitepéquez. En los últimos años los gastos de estas fiestas, que se extienden por días, corren por cuenta de las municipalidades. ¿Deben las alcaldías asumir estos gastos? ¿Cuáles son sus prioridades de inversión y gastos?

A estas preguntas responde un episodio de Verificado con Rokael Cardona, asesor municipalista, catedrático universitario y economista.

Las prioridades de las municipalidades

Las municipalidades deben invertir y gastar. El artículo 257 de la constitución dice que el 90% del presupuesto constitucional deberá ir a programas y proyectos de educación, salud preventiva, obras de infraestructura y servicios públicos. Todo para mejorar la calidad de vida de sus habitantes.

Las obligaciones propias de cada comuna son, por ejemplo, la provisión de agua potable y saneamiento. Asimismo, tienen un mandato de competencias concurrentes. Norma que les exige colaboración con el Estado central, a través de los ministerios correspondientes.

Por ejemplo: la municipalidad tiene la función de educación, pero está limitada a su territorio. El Ministerio de Educación (Mineduc) tiene una labor propia a nivel nacional. Ambos órganos deben complementarse para garantizar el desarrollo de las personas.

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¿Dónde quedan las ferias?

Hay un factor que condiciona las prioridades de las municipalidades. Es la tradición. Por ejemplo, desde el gobierno de Manuel Estrada Cabrera el Estado influía en las ferias, me refiero a los permisos. Esto evolucionó. Yo le diría que en muchas comunidades nadie cuestiona que la municipalidad “gaste” en la feria, para muchos es “inversión”.

El caso más extremo sería Quetzaltenango con su feria de Q5 millones, la cual se hace en septiembre. Yo asesoré la municipalidad y me sorprendí de la planificación que tiene. Las autoridades le dedican dos meses a tiempo completo. En julio y agosto el concejo municipal se “especializa” en la fiesta del mes próximo. No hay otras prioridades.

¿Hay un límite para gastar en las ferias?

La Contraloría General de Cuentas (CGC) no establece límites para las ferias. Este órgano actúa por tradición, es decir, lo acepta porque así se hacía antes. Las municipalidades tienen rubros —gastos— para la investidura de la reina, adornos de carrozas, e incluso para el deporte de las ferias. Y nadie dice nada. ¿Cómo lo justifican?

Las municipalidades tienen un mandato de propiciar la identidad cultural de los pueblos. Entonces, también podríamos verlas así, una promoción artística. La feria de Chichicastenango, Quiché, es un ejemplo. Tiene elementos de gran valor ancestral, como el palo volador.

Qué sucede con los gastos de las ferias, ¿los presupuestan desde el inicio o surgen conforme llegue la celebración?

Existen los dos casos. En el primero los gastos de la feria tienen una asignación presupuestaria anual por parte de las municipalidades. No se discute “el gasto”. Las áreas del país que más realizan este tipo de desembolsos son los departamentos de occidente, como Quetzaltenango o Totonicapán.

En el caso del segundo, mientras la feria se desarrolla la municipalidad realiza los gastos. Todo depende de las dinámicas de la fiesta, entre más algarabía tenga, más costosa es.

¿Cómo regular el gasto de las ferias?

Hay que establecer un límite, y la única entidad que puede hacerlo es la contraloría. Lo ideal sería disponer de un “promedio de gastos” en un determinado tiempo, acorde a cada municipalidad. Este podría realizarse por década y a partir de ella, definir las prohibiciones y las sanciones por incumplirlas.

Lo importante es la prevención de los excesos en las ferias, y no la penalización. Las municipalidades pagarían las sanciones con el dinero del pueblo. Lejos de fortalecer la gestión pública, sería otro gasto más. Los excesos en las fiestas no tendrían fin.

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