Virginia Laparra compartió cárcel con militares, políticos y empresarios que ella ayudó a enjuiciar, la fiscalía y los juzgados se aliaron para negarle la posibilidad de arresto domiciliario y de recibir tratamiento médico por una enfermedad uterina severa.
Mirna Alvarado/ con entrevista de Adrián Velásquez / Fotos David Pinto / /laprensadeoccidente.com.gt
Laparra, personificó la cacería de quienes se oponían a los sectores corruptos, fue víctima de un sistema judicial que tiene en el exilio a más de treinta jueces y fiscales, periodistas y activistas.
Durante el proceso, los tribunales fueron escenario de actores poderosos que lograron manipular las leyes para mantenerla en prisión. Amnistía Internacional la declaró como “presa de conciencia”, desde el 28 de noviembre de 2022; su primer día de juicio.
Virginia Laparra fue tratada con saña de parte de sus acusadores desde que fue capturada en febrero de 2022, utilizaron redes sociales y otros medios con el objetivo de doblegarla emocionalmente para que aceptara el delito del que se le acusó, la tortura continuó incluso en los tribunales. Aun así, su espíritu no fue quebrantado, su tranquilidad se manifestó hasta en los peores momentos.
En esta entrevista cuenta que soñar despierta y recordar momentos felices con su familia le ayudaron a mantenerse firme, durante esos 680 días que estuvo encerrada en una celda pequeña.
¿Por qué se involucra con la Cicig?
Yo para ese entonces trabajaba en un departamento que no tenía nada que ver con la investigación contra la corrupción. Estaba aquí en Quetzaltenango y de repente un día, llega mi oficial y me dice: “licenciada la buscan” y cuando yo levanto la mirada, estaba ahí el comisionado Iván Velásquez, me ofreció trabajar con él.
A mí sí me gustaba mucho el tema de la corrupción y la impunidad, creo que yo amaba el Ministerio Público (MP), teníamos una empatía, pero que yo de entrada no quería irme a trabajar a Cicig directamente, entonces me dijo okay, y si hacemos las evaluaciones y vemos si tú diriges una parte del MP aquí para trabajar temas de corrupción con Cicig. Posteriormente fueron las evaluaciones, así fue como se creó una Fiscalía Especial contra la Impunidad Feci en este departamento.
Laparra recuerda que en una ocasión el Comisionado Iván Velásquez le preguntó cuál era su ingrediente secreto para hacer que los oficiales y fiscales auxiliares quisieran trabajar con ella. “Pues nada, yo solamente hago todo con amor, porque así me lo enseñó mi mamá, ella siempre me decía que había que hacer todo con excelencia” (sonríe).
¿Se arrepintió alguna vez de haber aceptado trabajar en la Feci y la Cicig?
No, porque la consecuencia de haber estado 680 días, prácticamente dos años en prisión, no es consecuencia de haber aceptado un reto. Aceptar retos va a ser algo que siempre va a ser parte de mí. Si yo me arrepiento de los retos que he tomado en la vida, entonces me despersonalizo.
Yo soy así, siempre he sido competitiva y con la persona que más compito es conmigo misma, a la que persona que más trato de superar es a mí, yo no compito con los demás, el hecho de haber pasado por estas circunstancias, son muy ajenas al buen trabajo que nosotros estábamos haciendo y muy ajeno a lo que yo era; es más, creo que lo que yo representaba para esas opiniones contrarias que hicieron que yo llegara allá de manera arbitraria, más que lo diga yo, lo dice una organización internacional. Lo dice la Organización de las Naciones Unidas, entonces eso es evidente.
Ese día que la detienen y la esposan, ¿qué sintió?
La verdad no recuerdo nada porque me desmayé… usualmente salía -de trabajar- ya entrada la noche, el día siguiente tenía una audiencia por un caso por el que surge la orden de captura, entonces salí como alrededor de las cuatro de la tarde.
Yo no me había dado cuenta, bajé al sótano, ingreso al vehículo, salgo, y cuando se abre el portón me sentí “Pablo Escobar”. Sí, era una escena muy parecida. Había vehículos policiales a la derecha a la izquierda, policía adelante, policías por todos lados y pues era algo que preveía.
¿Usted se lo había imaginado?
Sí, por supuesto. Me estaban enviando mensajes por Twitter personajes sin rostro llamados “Net Center”, diciendo que ya va la orden de aprehensión, pero yo siempre dije que no nací para para huir, o sea, yo no tengo nada que esconder, siempre estuve ahí, y por supuesto que pude haberme ido, pero no lo hice, el haberme quedado, el haberme dictado prisión preventiva dos veces es consecuencia de eso. ¡Y aquí estoy contenta!
Me dieron la notificación, la leí, y no recuerdo más porque me desmayé; lo siguiente que recuerdo es que me encontraba en el hospital del IGSS.
Pude haberme quedado hospitalizada pero preferí que el médico me firmara una nota de salida contraindicada, me presenté al juzgado de aquí de Quetzaltenango y luego me remitieron al juzgado de Guatemala. Aquí estuve en carceleta y en la capital igual, era un espacio reducido donde apenas puedes poner tus pies.
Virginia Laparra narró que en el momento que fue trasladada al juzgado de ciudad Guatemala, sus detractores acudieron a tomar fotografías cuando se encontraba tras las rejas. “Era como si fuera un animalito más en el zoológico, se mofaban de verme ahí”, “Así como ellos mismos me convirtieron en el rostro de la injusticia”.
¿Cómo fue su llegada a Mariscal Zavala?
Pasó algo muy interesante, simpático porque el juez que llevaba el caso, notifica que debían trasladarme a esa cárcel a eso de las seis o siete de la mañana, pero fijó audiencia a las ocho de ese mismo día. Entonces por sentido común dije para qué me van a llevar a registrarme y volverme a traer porque tenemos audiencia a las ocho, yo ya me había acomodado en el piso a dormir, “déjeme dormir un ratito” según yo. Pero como la intención era hostigar, me llevaron y solo me dio tiempo de acomodar las pequeñas cosas que llevaba. A todo eso ya llevaba dos días sin bañarme.
¿Alguna vez se imaginó que iba a estar en esa situación?
No, uno quiere creer que cosas como esas no le van a suceder, uno tiene un pie afuera y un pie en la cárcel, como decimos los abogados, por cualquier situación.
Por eso es que, en mi forma de proceder, no tengo nada de perfección, pero he tratado de hacerlo lo mejor posible precisamente porque “tu hoy es consecuencia de tu ayer y tu mañana es consecuencia de hoy«. Así es que entonces, comportarte bien, hacer bien tu trabajo, tratar con respeto a las personas es algo que vas cultivando y entonces se va haciendo en ese bolsito de buenas acciones que se supone que tienen que tener buenos resultados”.
Pero cuando entiendes que estás en un país bello como Guatemala, pero con un sistema tan corroído, sabes que hacer lo correcto puede convertirse en un delito como me pasó, como le ha pasado a otras personas, y como te digo, desde 2017 que empezó el hostigamiento en redes sociales porque fue un hostigamiento espantoso, una cuestión de género horrible por parte de estas personas. Desde 2018 ya me andaban ofreciendo orden de aprehensión y claro, nunca falta quien te diga: ¿y entonces ahora qué vas a hacer? Pues que hagan lo que quieran y de hecho hicieron lo que quisieron.
Para Virginia el momento más difícil fue explicarles a sus hijas de entre nueve y diez años, que no debían tener miedo, porque uno de eso días podían llegar policías a rodear su casa, que en este mundo hay gente mala que busca la manera de sacar del camino a quien se interpone en sus planes. “Gracias a Dios pues no me aprehendieron delante de mis hijas porque me detienen saliendo de la oficina, yo para la casa iba y después para Guatemala a tribunales a presentarme, pero claro, luego dijeron que no me quería someter a la justicia”, explica.
¿Cómo fue su soledad?
Es bien difícil cuando eres una persona tan social como yo. El sistema también vio eso, los internos tenían prohibido hablarme, hasta los guardias. Mi mamá y mis abuelos siempre me decían que la mejor compañía era yo misma. Tener una rutina me ayudó, cada día me levantaba, hacía limpieza, me cambiaba, leía. Tenía que administrar mi agua porque eventualmente no teníamos.
¿Usted compartía celda con alguien?
Fueron tres escenarios, cuando a mí me aprehenden había otras cuatro personas de Cicig y ex fiscales que habían sido detenidas días antes y me llevan con ellas, era una celda de aislamiento muy pequeña donde yo era la quinta, a mí me tocó piso. Era complicado porque el espacio era pequeño y cuando te toca piso, tienes que levantarte antes que todos porque el espacio que tú ocupas para dormir es el lugar común para todos, para poner los piecitos. Entonces tienes que levantarte muy temprano porque no tienes un espacio, tu espacio es tu litera.
Uno de los momentos más difíciles de mi vida, fue cuando la última se va, me quedo sola por meses, muchos meses después de eso me mandan a una prisión de máxima seguridad para que aprendiera a no hablar, claro, y estoy muy orgullosa de haber perdido ese curso.
Compartí espacio igualmente pequeño con otro tipo de personas que estaban por corrupción, como en los casos que nosotros investigamos, eran personas de delitos contra la vida contra, contra la salud, hablemos de narcotráfico.
“Lo que me ha sucedido no fue consecuencia de mis actos. Estoy completamente segura y lo voy a sostener siempre, es consecuencia de la maldad del hombre”.
¿Le permitían salir a tomar el sol?
En la primera prisión donde estuve, eran 23 horas encerrada, solo con una ventanita de como 25 por 50 centímetros, posteriormente creo que me permitieron dos horas, pero después de mucho pedir con montones de solicitudes, estuve en un área de aislamiento y el área de aislamiento es un lugar de castigo realmente, castigo para los presos que se portan mal.
Nosotros estábamos ahí por seguridad, decían, pero era de castigo. Nos aplicaron todas las reglas rígidas de castigo; en el otro lugar donde estuvimos había un pequeño patio, digamos, se suponía que tendrían que dejarnos salir a un lugar un poco más extenso para poder caminar.
Entonces, cómo no sonreír cada vez que me llevaban a tribunales, si era el momento y espacio para poder moverme, tener contacto con la gente y salir del encierro.
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¿Qué aprendizaje espiritual le deja esta experiencia?
Si tú confías en Dios nunca estarás solo. Y siempre van a aparecer ángeles que te cuidan, ángeles que están representados, en mi caso por mis hijas, por mi familia, por mis amigos, hice muchos nuevos amigos. No de la prisión, sino de personas que conocí en estas circunstancias, que son amistades que me van a durar toda la vida.
Dios siempre te cuida, yo tengo experiencias de cosas inexplicables que me pasaron ahí, que me salvaron la vida. Ese Ser Superior en el que todos creemos que existe y tenemos que saber que nos cuida y hay algo muy importante que yo aprendí, respeto la ideología, a la forma de pensar, pero la Virginia que estuvo en la cárcel aprendió lo siguiente.
“A veces se dice que Dios o la persona en la que nosotros creemos permite todas estas cosas, pero yo creo que no, lo que a mí me ha sucedido no fue consecuencia de mis actos. Yo estoy completamente segura y lo voy a sostener siempre, es consecuencia de la maldad del hombre”.
¿Cuando estaba en los juzgados sus hijas podían abrazarla, saludarla?
No, no, porque las audiencias eran en Guatemala y cuando vine aquí tampoco porque me ingresaban muy rápido a las carceletas, entonces yo realmente no podía tener comunicación con ellas. Nunca quise que mis hijas llegaran a presenciar las audiencias porque tampoco había espacio para tener una convivencia con ellas. A mis hijas en las audiencias nunca las vieron ni las verán ahí.
¿Cómo era Virginia antes y cómo es ahora?
La Virginia de antes era aguerrida, alegre y muy energética, explosiva e inquieta. La Virginia de ahora es igual (ríe). La diferencia es que ahora trato de ser mucho más consciente.
Uno tiene derecho a sentirse triste, tiene derecho a sentir que no tiene más fuerzas, estar consciente que todo requiere su tiempo. Es algo que he aprendido, a estar más consciente de lo que siento y más comprensiva conmigo misma.
¿Cuál es el futuro, que es lo que va a hacer ahora o que le espera, cuál es su plan?
Hay varios proyectos que quiero hacer, me tengo que ir dando tiempo para irlos haciendo poco a poco, el tema de la defensa de los derechos humanos es algo que me apasiona paulatinamente creo que regresaré, pero todo a su debido tiempo. En algún momento escribir, volver a litigar, tratar de orientar a las otras personas de cómo se puede superar experiencias difíciles.
¿Tuvo momentos de depresión?
Muchos, la depresión, la grave depresión roba hasta el deseo de vivir y me robó la sonrisa, pero aquí estoy sonriente, hay Virginia para rato.
¿Qué le dice a la gente que le apoyó?
Gracias a Dios no estuve sola porque si no yo no estaría hoy aquí. El mensaje es que, por muy oscura que sea la noche tarde o temprano va a amanecer. Tengo una anécdota: El otro día estaba caminando, cruzando un semáforo y un señor, ya grande, se separa y me aplaude y me abraza, a media calle ¡Yo, santo, Dios nos van a atropellar! Ha sido una experiencia muy muy bonita sentir el afecto de las personas, pero sobre todo no importa lo negra que se ponga la noche, lo mucho que dure la noche.
Para mí los 680 días y como ven nada es para siempre y hay que soñar y hay que salir adelante, yo soñaba despierta, revivir esos momentos maravillosos de mi vida me hizo saber que he tenido una vida maravillosa, esmerémonos por tener una buena vida y eso no necesita tanto.
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