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Lupita Chávez: “Mi suerte no fue para casarme, fue para quedarme solita en mi casa, pero aquí estoy bien, gracias a Dios”

Para Raúl Izas Chávez, la vida de sus tías y tíos se compara a las historias de las obras de Federico García Lorca, así comienza la conversación con la tía Lupita, quien el martes 27 de noviembre arribó a sus 99 años de vida y es motivo para celebrarlo con una entrevista para que la conozcan las nuevas generaciones de quetzaltecos.

Catarina Guadalupe Chávez Anzorena , afirma que a los 99 años de vida no padece de ninguna enfermedad grave. Fotografía: David Pinto

Por Adrián Velásquez/La Prensa de Occidente

Antonio Chávez Morfín, de origen mexicano, y Aurora Ansorena de la Llama, quetzalteca, procrearon cinco hombres y cinco mujeres, aunque cuatro fallecieron antes de llegar a los 50 años de edad. “Mi papá vino de México en 1900, en 1901 conoció a mi mamá. En 1902 nació mi hermana mayor”, cuenta Catarina Guadalupe Chávez Anzorena, Lupita. “Mi padre tuvo una tienda, vendía sombreros y petates, que era lo que más se utilizaba”, afirma. La mayor de las Chávez era Beatriz, quien nació en 1902.

Lupita relata que vivió en la casa que se ubica en el lugar conocido como Las Siete Esquinas; ella ayudaba a su papá con la tienda. “Cuando mi padre falleció, me hice cargo de la tienda, cosa que no me gustaba porque yo estudié y me gradué de perito contador y quería un trabajo de oficina. No había quien ayudara a mi mamá, porque mis hermanas eran maestras y no podía atender la tienda”, agrega. “Estudié en la Escuela de Comercio para ser perito contador, ya no pude ir a la universidad por el trabajo”, reitera.

¿Por qué eran tan famosas las Chávez aquí en la ciudad?

Porque mis hermanas eran maestras y por la tienda, nos hicimos muy conocidas. Mi mamá tenía su tienda por Las Siete Esquinas, ahí se vendía jaleas, piedras de moler para las fincas, canastos, todo lo que era material para fincas.

Cuando estudiaba, ¿cómo era la vida en Quetzaltenango?

Pues la vida era tranquila, estudiaba por la noche y regresaba de 9:30 a 10:00 p. m. Mi papá me iba a traer cuando comencé la carrera, la Escuela de Comercio estaba detrás de la iglesia Jesús de la Buena Esperanza. Después, la escuela se trasladó cerca de donde está el Preventivo de Mujeres. Una noche, estaba recordando que en la escuela, en el salón grande del segundo piso, se hacían las fiestas.

Raúl comenta: “A la muerte de mi abuelo, mi tía Lupe tomó las riendas de la tienda, eran dos, la tienda de mi abuelo que estaba en el Palacio de Justicia y la de mi abuela, ella siguió trabajando, era la que estaba en la casa de Las Siete Esquinas. También afectó mucho la depresión económica mundial de 1930, el precio del café en Guatemala, las fincas ya no volvieron a comprar las mismas cantidades de mercadería, ellas surtían con sombreros de petate, piedra de moler, jarcia, bridas para caballos, todos los accesorios que usaban para las caballerizas y carretas, piochas, azadones, cabos, brea, a pate con el chocolate y la jalea que preparaban también”.

Un automóvil De Soto para las Chávez

“Mi mamá le dijo a Gilberto, te doy mil quetzales para que me compres un carrito, aunque sea usado, que no sea de mucho lujo, pero eso sí, que esté en buen estado”, relata Lupita. Su hermano Gilberto vivía en México y para Navidad llegaba a Xela, y fue así que avisó que llegaría el 24 de diciembre. Las hermanas los esperaron con ansias desde las primera horas de ese día. “Las siete de la noche, las ocho, y no venía; hasta que llamó que estaba en Tapachula, dieron las nueve y las diez, nosotros espera y espera, y no venía. A las once dijimos, Gilberto ya no va a venir. Dieron las doce menos cinco, hay Dios, Gilberto no vino, nosotros tristes. Cada ratito a ver a la puerta de calle. A las doce menos cuatro minutos tocaron, salimos todas corriendo, Gilberto llegó, ¡qué felicidad! El carro lo fue a recomendar a la gasolinera esa noche”, narra con emoción Lupita, como que lo estuviera viviendo de nuevo.

¿El automóvil era solo para pasear en Xela o salían de viaje?

Salíamos pues. Cada viaje que se hacía, yo manejaba. Fui hasta Estados Unidos y admirados que un carro de Guatemala estuviera en la frontera. Pasamos por el lado de Matamoros, como a un cuarto de hora del golfo de México. 

El matrimonio fallido

Catarina Guadalupe de joven sufrió problemas de salud; sus pulmones, dos años de tratamientos. “Estuve dos años enferma de catarro, no me curaba, me pusieron 30 inyecciones en un mes para poderme curar. Mi mamá me mandó a la casa de unas primas que vivían en Tapachula para curarme y estuve con ellas un mes o más, no recuerdo bien. Conseguí novio (se ríe), era un señor que me vio cuando fui a ver al esposo de mi prima; él le preguntó a este quién era yo. Me llevaron a presentarme con él, nos hicimos novios, nos escribimos por más de un año y vino a Quetzaltenango. Habló con mi papá, él le dijo que venía decidido a casarse, pero que yo le había dicho que no, que no me casaba, que nos esperáramos, y estoy esperando todavía, esperando si viene para que nos casemos (se ríe y suspira), ¡ay no…! Mi suerte no fue para casarme, fue para quedarme solita en mi casa, pero aquí estoy bien, gracias a Dios”, cuenta Lupita.

Martha Beatriz, Julia Helena, Cristina Librada, Bertha Sabina, Mario, Julio, Luis, Antonio y Gilberto, junto a sus padres.

Contraer matrimonio en orden

Raúl cuenta que en el hogar de las Chávez, el papá fue muy drástico, si no se casaba la primera hija no se podían casar las demás; Beatriz era la más grande, nació en 1902, Elena, Cristina, Lupe y Berta no se podían casar porque no se había casado Beatriz, entonces los novios que tuvieron se fueron decepcionando. Ellas, al final, se fueron desinflando, se fueron decepcionando, y cada quien hizo su vida. Se fueron quedando sin esos amores. “El Pita Mérida era el novio de la tía Lupe, el “Cachetes” Pereira era novio de la tía Cristina, Carlos Guerra era el novio de mi tía Elena, el novio de mi mamá también se fue a México”, agrega.

“Cuando muere mi abuelo, la única que se casa es mi mamá; Tulio Jet Cleev era el novio eterno de mi madre, pero se fue a México y se casó allá, entonces mi mamá, de repente, conoció a mi papá, ya no estando mi abuelo, quien ejercía presión. Mi mamá contrajo matrimonio, el resto de las tías no. La gente las conoció como las señoritas Chávez porque ellas nunca se casaron”, continúa Raúl.

“Mi tía Lupe fue la que estuvo más cercana a casarse. Conoció a un representante de una bananera, quien viajaba a Centroamérica; estuvieron comunicados por cartas y el día en que iban a coincidir en México, él tuvo que viajar a Guatemala, se cruzaron. Mi tía llegó a México y él vino a Guatemala, mi tía se quedó un tiempo allá, y el señor en Guatemala; nunca lograron coincidir. Ella guardó las cartas, las fotos y todos los recuerdos de este, así cada una de mis tías guardó los recuerdos de sus novios”, así es como Raúl Izas narra la historia de las señoritas Chávez.

Las anécdotas

Cada 1 de noviembre, cuando las familias visitan el cementerio, las señoritas Chávez adornaban la tumba de sus parientes, pero había algo que atraía la atención, y es que siempre portaban cuatro coronas más, para adornar la tumba de los novios.

“Mi mamá era la más pequeña, mi abuelo murió en 1948, y mi mamá se casó en 1951. Mi abuela fue más benévola, permitió que se casaran. Lo curioso fue que Tulio, el eterno novio de mi madre, tuvo un matrimonio fallido, se casó en México y se divorció, solo tuvo una hija y él vino para casarse con mi madre; ella ya era viuda, pero nunca quiso ponernos un padrastro. El 4 de enero era el cumpleaños de mi mamá, ella esperaba con ansias la llamada de Tulio, quien llamaba exactamente a las siete de la mañana del día 4 de enero para cantarle Las Mañanitas. Lamentablemente, no tomó la decisión de volverse a casar porque hubiera sido feliz”, afirma Izas.

Doña Lupita, ¿cómo se siente en su cumpleaños, contenta?

Pues sí, no debo quejarme porque estoy bien, estoy bien de salud y tengo mucha gente a mi alrededor que me quiere mucho. Estoy bien servida por todos.

En el caso de los Chávez varones se fueron a residir a México y tuvieron descendencia allá, pero lo curioso de ellos es que nadie superó los 45 años. Todos murieron jóvenes, solo Luis Chávez falleció a la edad de 52 años.

Lupita Chávez cumplió 99 años el pasado 27 de noviembre. Fotografía: David Pinto 

¿Cómo siente tener 99 años?

(Ríe) No tengo ninguna enfermedad grave ni pienso en mi edad. Todavía duermo bien, hay noches que despierto la una de la madrugada porque se me espanta el sueño; si tengo un dulce o una fruta me la como, después me vuelvo a meter a la cama y a dormir otra vez, hasta despertar a las ocho de la mañana.

Mi hermano Gilberto, Julio, Berta y yo tocábamos piano; Tono y Mario no, a Mario le gustaba la guitarra (el más chiquito), ellos fallecieron por enfermedad. Luis murió a los 52 años y el más pequeño falleció a los 27.

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