Para entender lo que representa para Quetzaltenango el certamen de los Juegos Florales hay dos caminos; el primero, por su puesto tiene que ver con la historia y, el otro, con la cultura popular quetzalteca, con la feria de septiembre, con las familias cenando frente a la tele esperando que empiece la transmisión, con la reina, el teatro, así funciona la tradición, así podría leerse este evento literario con más de cien años de antigüedad y que conserva un buen registro de la evolución literaria de Hispanoamérica, pero también evidencia el orden social de esta ciudad y sus profundas divisiones étnicas y económicas.
Equipo de investigación/La Prensa de Occidente
La historia
El 1916 fueron organizados los Juegos Florales Nacionales, por iniciativa del alcalde Manuel Sáenz Mérida, quien era acompañado del Dr. Ezequiel de León, los poetas Pío M. Ripiele, Osmundo Arriola y los escritores Lic. Filadelfo Fuentes, Jaime Sabartés, Br. Gregorio Aguilar y el Br. Ignacio Sáenz Ocaña. El nombre recibió la influencia de los Juegos Florales que tenían lugar en Europa, cuyos ganadores eran premiados, precisamente, con flores. El primer premio consistía en una “Palma de Oro”, la cual fue adjudicada por primera vez a Osmundo Arriola con el poema Canto a Minerva.
El evento fue legalizado el 26 de julio de 1918 y era el punto culminante de las denominadas Fiestas de Minerva, de inspiración liberal, que se celebraban en el mes de octubre durante el régimen de Manuel Estrada Cabrera y que tenían como temática la paz, la cultura y el progreso, pero que en el fondo eran una celebración al poder de Estrada Cabrera, muy común en el perfil de un dictador.
Con la caída de Estrada Cabrera en 1920, los Juegos fueron suspendidos, pero se reiniciaron el siguiente año en septiembre durante la denominada Feria Centroamericana de Independencia. Nuevas suspensiones acaecieron en 1922, 1924, 1925 y 1926, y entre 1929 y 1945. En estos años se registró el primer extranjero en ganar el evento, cuando en 1928, el salvadoreño Quino Caso resultó galardonado.
Desde 1946 se celebran sin interrupción, y también la ocasión es aprovechada para coronar a la Reina de los Juegos.
Los escritores Carlos Illescas (Costa Rica) y Tito Monterroso hicieron textos críticos sobre el certamen de Juegos Florales.
El certamen literario
Las primeras décadas del siglo XX significaron para la ciudad de Quetzaltenango y para la región un momento de apogeo económico y también para el desarrollo del conocimiento, basta recordar la Generación del Cometa, en los que se encontraban artistas de talla universal, el certamen significó eso, un registro literario y de pensamiento.
Han sido varios los poetas que han ganado este certamen que es de los pocos que existen en Centroamérica y en Guatemala. El sentido de hacer un certamen de este tipo tiene que ver con la promoción de la literatura, el fomento de pensamiento, la palabra es para un pueblo la piedra en la que se sustenta su espíritu, sus intereses y sus problemáticas.
La lista es muy extensa, pero se resalta las obras ganadoras de Osmundo Arriola, Werner Ovalle López, Francisco Morales Santos, Ana María Rodas, Carlos Illescas (Costa Rica), Alfonso Fajardo (El Salvador), Roberto Monzón, del que se sabe, para poder mandar el poemario con el que ganó, tuvo que vender su sangre. Enrique Noriega, Aída Toledo, Luis Morales y la más reciente, Ester Mayorga, de Quetzaltenango, entre un listado enorme que reúne también novela corta, cuento y ensayo.
Las obras ganadoras se imprimen gracias al apoyo económico de algunas personas al día siguiente de la velada de premiación, en la que por momentos tiene más importancia la investidura de la Reina que el trabajo ganador, se desarrolla un conversatorio en la biblioteca municipal y así termina este centenario ritual que se repetirá el año siguiente.
De lo social
La sociedad quetzalteca durante su historia reciente gira alrededor de tres grandes fiestas: Semana Santa, las fiestas patrias y Navidad, en esos tres momentos del año, se reafirma la identidad y las prácticas sociales que en buena parte tienen su origen en los inicios del siglo XX. Septiembre trae consigo una serie de rituales colectivos en los que se incluyen certámenes y elecciones de reinas, desfiles y por supuesto, la velada de Juegos Florales, que ha logrado colocarse como un evento popular y de ciudad.
La ceremonia
Muchos de los poetas ganadores han escrito y hablado de la ceremonia de premiación, que es como una postal del siglo XIX, en donde un séquito de jovencitas y una reina que son elegidas de familias de “abolengo” y no indígenas, son coronadas y en la mayor parte del tiempo, son la parte central del ritual, los ganadores son condecorados por la reina y así se complementa toda la parafernalia que demuestra de alguna forma la Quetzaltenango más elitista y conservadora.
El papel del poeta
La poesía forma parte esencial de una comunidad; la palabra es, en esencia, una forma para recordar los orígenes y los caminos por los cuales recorrer para encontrar la esencia más profunda, el certamen de Juegos Florales ha sido preservado por un grupo de gente que ha creído en la palabra y desde esa posición, su trabajo ha sido valioso y digno de reconocerse.
Es importante que este evento se mantenga y siga teniendo el apoyo municipal y de toda la sociedad en su conjunto, pero también es importante reconocer que debe ser pensado desde una visión más contemporánea; las artes y la literatura son al final reflejos de la época, y esta época exige nuevas propuestas que logren provocar cambios que estén a la altura de las nuevas corrientes de pensamiento.
Algunos datos de interés
En la década de 1970, el poeta Luis de Lión participó con la trascendental obra El Tiempo Principia en Xibalbá, el primer lugar en la rama de novela fue declarado desierto, otorgándole a De Lión el segundo lugar.
Existe la leyenda urbana de que el poeta Roberto Monzón para poder enviar el trabajo con el que ganó tuvo que vender su sangre y que, con el dinero del premio se compró los zapatos, con los que asistió a la ceremonia.
Ester Mayorga había sido años anteriores, la reina de los Juegos y este año es la poeta ganadora.
El joven poeta Luis Morales, de San Mateo, Quetzaltenango, ha ganado en dos ocasiones el certamen en la rama de poesía.
El jurado que elige las obras ganadoras ha sido, la mayoría de veces, de otros países.