A sus 37 años, Alex Loarca es el director médico del Hospital Temporal de Quetzaltenango. En las siguientes líneas, el internista, originario de Quetzaltenango, nos detalla cómo ha sido su labor durante la pandemia y las lecciones que le ha dejado.
José Racancoj/La Prensa de Occidente
¿Cómo ha sido su día a día a partir de que se inició la pandemia?
Esto ha cambiado, al principio era de levantarse temprano e irse muy tarde, buscar y capacitar al personal, preparar las áreas del Intensivo cuando había toque de queda, había temor a lo inesperado. Al principio parecía que exagerábamos y muchos pensaban que no íbamos a usar el hospital, que solo estábamos gastando recursos y contratar personal, sin embargo, en el pico de contagios llegamos a tener ingresos de hasta 30 pacientes diarios, los intensivos llenos. Hubo un momento en el que morían cinco o seis pacientes el mismo día, y tratábamos de hacer todo lo posible para que esto no sucediera. Fue uno de los momentos más críticos, el año pasado. Luego la curva baja y se estabiliza, nos acostumbramos más.
También vimos el cambio en la relación con nuestra familia, amigos, aislarse de todos y enfocarnos casi en un ciento por ciento del tiempo al hospital.
Hoy la gente sale como si no existiera nada de crisis, pero nosotros aquí seguimos viendo morir gente, observando cuadros de familias completas que se enferman, algunos salen y otros no salen bien de la enfermedad.
¿Cuál ha sido el momento de mayor satisfacción?
Son muchos, desde el primer paciente que ingresa y vemos que el hospital empieza a funcionar, hasta el primer día que logramos hacer funcionar el Intensivo. También cuando logramos extubar y darle egreso a un paciente que estuvo ventilado casi tres semanas, pues los enfermos ventilados son los más graves, y muchos de ellos fallecen, pero el poder sacar al primero significó mucho, porque eso quería decir que el hospital funcionaba. El caso de un paciente que estuvo ventilado 57 días y casi tres meses, es el más grave que hemos tenido, salió de muchas crisis y lo entregamos vivo a la familia. Estas son las satisfacciones más grandes, probablemente no solo en la pandemia sino de nuestra vida como médicos.
¿Y el más triste?
Probablemente es el momento del mayor pico de contagios, y nos tocó ver morir a mucha gente al mismo tiempo. Historias como un paciente que tuvimos que entubar y minutos antes de eso habla con su hija, la forma en la que se despide, le dice “mi amor, te amo, en dos o tres semanas te vuelvo a hablar, porque el doctor dice que me va a entubar y que probablemente voy a salir”, luego la forma en que la hija se despide de su papá, y a las dos semanas verlo morir. Es nuestro trabajo, nos duele ver fallecer a alguien.
Al finalizar cada jornada hay cansancio físico y mental, ¿Cómo lidiar con eso?
Hemos tenido apoyo psicológico y de un grupo de psiquiatras de la capital, principalmente el año pasado, cuando habían más crisis emocionales. Sin embargo, esto no es suficiente. Todo el personal que entra al hospital y ve la crisis humanitaria, estoy seguro que al salir de aquí, o en su casa, ha llorado, y valoran mucho más la vida. Yo creo que nos ayuda y fortalece el apoyo de la familia, de los amigos que hemos hecho dentro del hospital, el cual es diferente, muy humano.
¿En algún momento ha sentido temor de contagiarse y contaminar a sus seres queridos?
Por supuesto. Creo que el temor es normal en el ser humano, alguien sin miedo se expone de más. Todos los días vivimos con un grado de temor, pero ahora es mucho más controlable que al principio, hay más confianza, la seguridad que tenemos para entrar a la sala de covid ha funcionado, en un año ha sido poco el personal que se ha contagiado dentro del hospital. La mayoría que se ha contagiado ha sido afuera, atendiendo a otro tipo de pacientes, de repente privados, en reuniones o casas.
¿Cuál es la principal lección personal que le ha dejado la pandemia?
Es saber que como seres humanos somos vulnerables. A veces creemos que somos inmortales y hacemos planes a largo plazo, pero la lección que nos deja esto es saber que estamos predispuestos a perder la vida de un día para otro. Esto es importante, porque así tenemos que dedicarnos todos los días a tratar de hacer lo mejor en nuestro trabajo, nuestra casa, a ser mejores personas donde estemos.
Si el coronavirus fuese una persona, ¿usted qué le diría?
Que hemos peleado adentro como una guerra, uno a uno, como que fuera una trinchera, y creo que no ha vencido, probablemente ha ganado algunas batallas llevándose vidas, pero las cosas buenas han sido mucho más que las malas. Al virus le debamos agradecer que nos vino a exponer cómo estábamos de mal en el sistema de Salud, cómo nos encontrábamos de mal con nuestras familias al no valorarlas. En vez de pelearme con el virus le agradecería porque nos ha hecho mejorar, a pesar de que nos ha dolido la pérdida de miles de vidas también hemos aprendido mucho, y si como humanos no aprendemos de una crisis como esta, entonces nunca vamos a evolucionar.