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La farsa y tragedia educativa

¿Será la educación que se brinda en la mayoría de establecimientos educativos, públicos y privados (a donde acceden las clases medias y segmentos pobres), la salida para formar y educar a la juventud y hacerla apta para conducir al país, sus destinos y desarrollo futuros? A mi criterio, ¡No!

Rigoberto Quemé Chay/laprensadeoccidente.com.gt

A menos que haya una revolución pacífica desde la comunidad educativa: padres, alumnos y docentes. De otra manera, seguiremos cayendo al precipicio de la ignorancia en términos generales.

El problema es multicausal, complejo y complicado.

Estoy rodeado, donde vivo, de establecimientos educativos y, la mayor parte del ciclo educativo, lo que menos se percibe es que reciban clases los alumnos. Festividades, elección de reinas, desfiles, cultos religiosos, feriados, capacitaciones de maestros, etc., son las que cubren el tiempo que debería emplearse para leer, estudiar, participar en actividades académicas, ir a bibliotecas, eventos, conferencias, etc. Pero de eso, casi nada.

Desde hace un par de meses, las llamadas bandas escolares están en permanencia, dizque ensayando, prácticamente cortando las clases porque con la bulla que hacen, los demás estudiantes tienen que suspender su actividad educativa.

Las bandas, acuden a cualquier llamado: desfiles empresariales, procesiones, concursos, viajar a otros municipios, desfiles por la feria, etc. El problema es que a los padres de familia nos gusta y no vemos el fondo del asunto: los hijos no están aprendiendo mayor cosa. (Guatemala, es donde la capacidad de lecto-escritura es de las más bajas en América Latina). Si a esto le sumamos el indebido uso de los celulares y redes sociales en asuntos que no forman sino deforman, el cuadro se complica. Aparte de que no llegan a ser buenos músicos.

“Los colegios de los segmentos de mayor poder económico, no tienen bandas musicales, no hacen fiestas, ni eligen reinas, no desfilan…»

Los colegios de los segmentos de mayor poder económico, no tienen bandas musicales, no hacen fiestas, ni eligen reinas, no desfilan (y no es por falta de espíritu cívico), no tienen muchos feriados, etc., es decir, se preparan para gobernar en el futuro o controlar la actividad económica no como empleados mal pagados, y serán los que no se vean forzados a migrar al Norte.

Gazeta, publicó este fin de semana que niñas, niños y jóvenes indígenas, garífunas y xincas son los más pobres en Guatemala, en base a la Encuesta Juvenil 2023 publicada recientemente, que muestra las tinieblas en que sobrevive el mayor y mejor recurso que tenemos, la niñez y adolescencia o sean los motores que pueden sacar al país del lastre en el que estamos hundidos.

La población de menos de 29 años representa el 57% del total en el país.

Agrega que la educación, en el nivel primario es el que más han alcanzado los indígenas con un 42.2 % y apenas el 5.5 % ha logrado estudios universitarios, siendo el sector público el espacio donde mayormente han recibido su educación. Sin embargo, hay una escasez en la capacitación y educación para el trabajo, dado que tan solo el 8.5 % ha tenido oportunidad de acceder a ella, sin el apoyo del estado.

La inseguridad alimentaria nutricional, exacerba la crisis de los jóvenes indígenas. Esto se da porque la renta media de los hogares es aproximadamente de Q 892.00, mientras la canasta básica de alimentos ronda en Q 3,000.00, lo cual los conduce a no poder alimentarse adecuadamente para desempeñar sus actividades. En el caso extremo, el 28.4 % solamente come una vez al día.

Según el INE, la pobreza total afecta al 56% de la población, igual que hace 23 años, igual que siempre. A pesar de que el sector económico nos endulza el oído alabando el modelo económico productivo que solo a ellos beneficia.

Conclusión: si los padres de familia no entienden esta cruda realidad, es difícil cambiar las cosas, porque la burocracia educativa y la clase politiquera, no han hecho nada por mejorar el sistema educativo nacional, simplemente no les interese ni les conviene. No es el pueblo, en este caso, el que salva al pueblo, tienen que ser los padres de familia cuando tomen conciencia de que son los hijos las víctimas de la farsa y tragedia educativa.

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