La ola privatizadora de los ochenta traía de pilón desmontar la administración pública a través de hacer del servicio civil algo intrascendente, acabando la ilusión de crear la carrera pública como algo aspiracional, tal era en sus orígenes cuando los cargos públicos se compraban por el prestigio que daban.
Hoy día podemos notar que de la misma forma impune como se quedaron con las empresas públicas más rentables, transformar el mecanismo administrativo de contratación en el sector público de uno que tenía más o menos ordenadas las plazas disponibles haciendo ciertas evaluaciones a otro en el que se contrata a dedo, asignándole el salario a conveniencia del contratante y el contratado, ha sido un mal negocio para el país. Parquearon la meritocracia para darle espacio al amiguismo y el nepotismo como el modelo de gestión del talento humano.
Es increíble que todos los intentos de hacer una auditoría de personal en las oficinas gubernamentales se apaguen sin resultados. Todos aceptan el ejercicio de transparentar los datos pero del vecino, nada de mostrar los propios. El cargo de asesor o consultor hoy es sinónimo de plaza fantasma. Renglones presupuestarios como el 029 son utilizados a mansalva porque no se generan pasivos laborales que no le importan al contratado porque haciendo lo mismo que el personal del 011, cobra a veces hasta cinco veces con lo cual su pasivo depende de su disciplina para ahorrar. Y entonces no se puede esperar que el sector público se caracterice por un diagrama de procesos en el cual se cuide del principio de unidad de mando, de la no duplicidad de funciones y menos, del alcance de objetivos. Solo imaginemos esta burocracia haciendo frente al terremoto del 76.
Pero ¿acaso hay políticos tan listos en el país como para pensar y ejecutar algo como esto? Ciertamente no, pero si hay una élite poco instruida en asuntos de Estado a la que todo le parece una oportunidad de negocio y fueron propiciando el derrumbe de cada pieza hasta dejarlo todo en el piso. Quitaron del medio a las municipalidades cuando vieron que ya tendrían recursos del situado constitucional creando el entramado para que fueran empresas privadas las que construyeran la infraestructura local que dura un suspiro.
Más de un cuarto de millón de plazas se han creado en la última década pero la ejecución en inversión no supera el veinte por ciento de lo presupuestado. Para solo mencionar un par.
Con este modelo de servicio civil enfrentamos la peor calamidad pública de la historia reciente explicando por sí mismo el que no tengamos vacunas suficientes, estemos endeudados hasta el gorro, no se le pague a tiempo al personal de salud pública que está en la primera línea enfrentando la pandemia, mucho menos que se tenga alguna alternativa tecnológica para los millones de estudiantes del sector público. Quitar un Ministro y poner otro no resuelve el problema porque es la estructura la que falla y ya sabemos lo que le ocurre a un edificio con este problema. Se derrumba.
La reforma del Estado es algo más que un tema de moda. Es algo que debemos exigir desde las trincheras de la sociedad civil. Y elegir a los candidatos que planteen algo concreto en esto pues podemos notar y sentir ahora que la administración pública no era poca cosa para haberla descuidado a este punto.