Recuerdo que el domingo 9 de junio de 1974, por actividades estudiantiles había llegado a la Escuela Facultativa de Ciencias Jurídicas y Sociales de Quetzaltenango, cuando un querido compañero me dijo: ya sabes que hoy, en Madrid, concluyó la vida de Miguel Ángel Asturias.
Daniel Matul Morales/laprensadeoccidente.com.gt
Con sentimiento de pesar rememoramos su vida literaria que, en buena parte, había nutrido nuestra formación desde la adolescencia.
Entonces evocamos algunas de sus obras, por ejemplo, Viento fuerte, El papa verde, Los ojos de los enterrados, Viernes de dolores, Maladrón, Mulata de tal, El señor presidente y por supuesto Hombres de Maíz, ya no digamos su caudalosa poesía, especialmente Clarivigilia primaveral.
Así, desde Xelajú, acompañábamos la marcha hacia las galaxias del fundador del periódico el Estudiante, que combatía la dictadura de Estada Cabrera (1920), Coautor de la Chalana (1920), autor de la Universidad Popular (1923), Premio Lenin de la Paz (1965), y Premio Nobel de Literatura (1967).
En 1971, su obra literaria, en número de traducciones, sobrepasó a Miguel de Cervantes, seguido por Gabriel García Márquez y Ernesto “Che” Guevara.
Sucede que, en una de tantas entrevistas de la prensa de París, “Miguel ser Ángel Asturias”, sostuvo que su obra literaria, más allá del denominado surrealismo, la escribía desde el subconsciente, logrando suprimir la lógica de la razón vigilante. Es decir, dejando a un lado todo producto intelectual, abría a plenitud su condición humana hacia la realidad soñada, legítima inspiración de vida de la milenaria cultura maya, hasta alcanzar lo más noble de la consciencia en lenguaje multidimensional.
Quizá por ello un informe de la UNESCO, con sede en París en 1971, daba cuenta que en ese año su obra literaria, en número de traducciones, sobrepasó a Miguel de Cervantes, seguido por Gabriel García Márquez y Ernesto “Che” Guevara.
Seguramente el retorno a la lectura de la creación artística de Miguel Ángel Asturias, contribuirá a devolvernos a la raíz ancestral maya, a sus razones trascendentes y al gozo del riquísimo simbolismo de la Guatemala profunda. Con mayor gozo esperamos el inefable arribo de nuestro Premio Nobel de Literatura a su patria amada con victoria de relámpago.