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Alfonso Portillo Cabrera, Presidente de Guatemala 2000-2004: “He tenido una carrera de mucho éxito, pero también de mucho dolor, sufrimiento y fracaso…”

La coyuntura política del país es propicia para hablar con uno de los expresidentes de Guatemala, quien de nuevo aparece en la escena política. Portillo comparte, en esta entrevista, sus puntos de vista sobre su experiencia en la cárcel, la Cicig, su futuro político y cómo ve los problemas que el país enfrenta actualmente.

«A mis 67 años, puedo decir que me siento satisfecho de la carrera que hice, y todavía estoy vigente». Fotografía: Alejandro Sandoval/Colaborador

Por Adrián Velásquez/La Prensa de Occidente

¿Cuál es su lectura de la Guatemala de hoy?

Nos han vendido una película, nos han presentado un teatro: Cicig-anti Cicig. En esencia, el país quiere cambiar, pero no puede seguir en las condiciones económicas y sociales que tiene, no puede seguir con los niveles de corrupción, no nos salvamos ninguno. Aquí nadie puede hablar de la corrupción, ninguno tiene la autoridad moral, empezando por los empresarios, que son los que han financiado a los políticos. La lucha es construir un Estado de derecho y una democracia; la democracia se convirtió en un instrumento para enriquecer a 12 familias que siguen manejando el país; eso ya no es válido, ¿cómo es posible que el uno por ciento de población tenga el 90 por ciento de la riqueza? Guatemala quiere cambiar, pero los intereses económicos se niegan.

¿Cree que va a ser posible una mejor Guatemala?

No lo sé. No me atrevería asegurarlo.

 ¿Somos víctimas del enfrentamiento entre China y Estados Unidos?

Hoy no tiene argumento eso. El símil con la guerra fría no. Hoy, la lucha es económica y comercial.

¿Políticos contra empresarios?

No. Los políticos y los empresarios van de la mano. Aquí es el pueblo contra una oligarquía. El sistema financiero, la tierra y el poder manejado por ocho familias. ¿Quién financió el lobby en contra de la Cicig? Ahí están los cheques, los publicó Nómada. Nos quieren ver la cara. “La Cicig era maravillosa cuando persiguió a Portillo”, pero cuando la Cicig sacó a los Bosch, a los Botrán, a los Paiz; ahora la Cicig no sirve, se le fue la mano, no respeta el debido proceso, no respeta la libertad condicional, todo es prisión preventiva. Tocó a los que nunca habían sido tocados. A Iván Velásquez vamos a tener que reconocer como el único que se ha atrevido a tocar la impunidad de los poderosos en este país y eso no se lo va a quitar nadie, él ya se llevó esa corona, desaparezca o no la Cicig; en la historia, Iván Velásquez tiene un peso específico, y no fue sobornable, no fue corrupto, no se vendió a las cúpulas; Castresana (excomisionado de la Cicig) le informaba a Dionisio Gutiérrez como iba mi caso.

¿Quién ganará?

Hoy hay un aparente triunfo de la derecha oligárquica; sacaron a Iván, dijeron que él era el problema, ahora ya está demostrado que no es Iván, es la Cicig, con la de las visas, ya se descaró el Presidente, no es Iván, es la Cicig; se va la Cicig. Vienen los cambios en el Ministerio Público; solo digo que viene una ofensiva de la derecha empresarial para tomar el poder judicial, el Gobierno, el Congreso y el Ministerio Público. Y para que los negocios “venga la alegría”. Que siga otra vez todo el desmadre en el Estado. Por ejemplo, Degenhart en seis meses destruyó todo lo que se había hecho en la Policía Nacional Civil, y nadie le dice nada, eso lo vamos a tener que pagar nosotros. Esa es la realidad del país, y cuando empiecen las migraciones. Yo he recorrido el país en los últimos dos años, hay hambre, yo no sé cómo vamos a parar. De repente nos quitan la cabeza a todos, porque viene una revolución. Dicen que ya pasó el tiempo de las revoluciones, pero no lo creo.

¿Cuáles serán las revoluciones de nuestra época?

La migración va a ser una revolución. Las revoluciones se van a dar con movimientos sociales, sin necesidad de armas que van a obligar a los estados a tomar decisiones. Trump acaba de amenazar al Gobierno de Honduras, y él puso al presidente de Honduras con un fraude; Estados Unidos avaló el fraude, es un presidente ilegítimo, fraudulento y mafioso. El presidente (de Honduras) ni siquiera aparece, ya hubiera hablado con la gente, hacer un compromiso con ellos. Estados Unidos se ha equivocado con su política exterior, feo, ¿quien va a ganar la batalla aquí? China. Mientras Estados Unidos ve cómo pone gobiernos y cómo los controla, China alquila tierra y hace pactos comerciales para ampliar su poderío y su comercio.

Las minas, ¿sí o no?

Creo que la minería es un potencial económico para cualquier país, el problema aquí es el modelo de explotación. Hay que cambiar, deberíamos copiar el modelo de explotación de República Dominicana: de 50 y 50. Te voy a decir algo, es la primera vez que lo digo, me arrepiento de haber tenido al ministro de Energía y Minas que tuve; él autorizó la Mina Marlin sin mi consentimiento, un 23 de noviembre, cuando faltaban dos meses para que yo entregara el poder. Cuando salí de la Presidencia me di cuenta qué negocio hubo ahí. Yo no firmé la Ley de Incentivos Fiscales para las Empresas de Energía Renovable, la ley la sacó el Congreso, la firmó Francisco Reyes, el vicepresidente. Hay que revisar toda esa ley que dice que las hidroeléctricas no pagan ningún impuesto durante diez años. ¿Dónde se hizo esa ley? En el despacho de los empresarios. Los empresarios no pagan impuestos, evaden lo que quieren y la obra pública la hacen ellos con el pisto que pagamos nosotros con los impuestos. Esto va a cambiar por las buenas o por las malas. Ojalá que por las buenas, los cambios pacíficos son mejores.

Venezuela…

Ahí se conjugan dos cosas: el interés de Estados Unidos es el petróleo, más una ineptitud y falta de sensibilidad social de un gobernante que no está preparado. Hoy, Venezuela vive una tragedia. Como Nicaragua, un hombre que llegó a hacer exactamente lo mismo que Somoza, muerte y un régimen totalmente autoritario enquistado en el poder. Hay regímenes que comparto, aplaudo a Correa, a Evo, Mujica, presidentes que han valido la pena; Juan Manuel Santos. Hay que reconocerlos.

«Yo salí (del gobierno) con una popularidad del 27 por ciento. Prensa Libre hizo la encuesta el año pasado yo tenía una popularidad del 77 por ciento». Fotografía: Alejandro Sandoval/Colaborador

Portillo, del cielo al infierno

¿De joven se imaginó llegar a Presidente de Guatemala?

Crecí en una familia donde se hablaba mucho de política. Mi abuelo era arevalista y arbencista, mi madre también; ella era del sindicato de maestros, mi papá fue diputado de Árbenz, mi tío fue líder sindical en Caminos. Recuerdo una anécdota, acabo de ir a visitar a mi maestra de 94 años, quien vive en Zacapa; en segundo grado de primaria nos preguntó “qué queríamos ser cuando fuéramos grandes”, el único que le dijo que quería ser presidente fui yo. Y se rieron todos y me agarraron de chiste. Y los que más me agarraron de chiste fueron mis colaboradores en mi gobierno. A los 16 años dije, tengo que estudiar Derecho, Economía y Ciencias Políticas. Siempre estuve convencido de que podía llegar a ser presidente.

¿Ese sueño tuvo un final feliz?

Yo diría que sí. Las vidas no son lineales, tienen sus altibajos. He tenido una carrera de mucho éxito, pero también de mucho dolor, sufrimiento y fracaso. Lo que tiene que valorarse es qué pesa más; si pesan más los éxitos, es un éxito; si pesan más los fracasos, la vida es un fracaso. A mis 67 años, que acabo de cumplir, puedo decir que me siento satisfecho de la carrera que hice, y todavía estoy vigente.

Pero terminó en la cárcel.

No me lamento, ni me da tristeza ni me deprime el pensar en la cárcel, porque fue una gran lección; me hizo más humilde, me quitó el ego, me obligó a releer cosas que ya había leído, fue una experiencia maravillosa la de la cárcel. Mi hija acaba de preguntar “papá, resumime cuando yo te iba a ver a la cárcel en una frase”, más o menos le escribí: “Cuando estuve en reclusión, las visitas frecuentes y periódicas de mi hija, quien vivía en el extranjero, eran un aliciente, pero al mismo tiempo eran una situación difícil porque no hallaba cómo explicar qué decisiones políticas me tenían pagando grandes consecuencia penales”. Al no tener la capacidad de poderle contar, ella tenía 9 años, le dije: “Hija, tenemos que ver la película sobre Tomás Moro”, quien siempre ha sido uno de los héroes favoritos de la historia de la humanidad; el canciller inglés que le quitan la cabeza, nunca la vimos en la cárcel; “Lo más doloroso, hija, era cuando te despedías y regresabas a México, sentía como una muerte pequeña”. Pero ahora, al recordar estos momentos, no me entristece sino me reconforta el espíritu. Hice buenos amigos, los Valdez Paiz ahora son de mi familia, convivimos tres años en un cuarto, nos hicimos hermanos, con ellos conocí mucho de lo que piensa un empresario y un ganadero.

¿Cómo fue su captura, estaba huyendo?

No se puede huir, ¿un expresidente a dónde puede huir?, es ridículo. Lo que pasó fue que erróneamente mi abogado me aconsejó: “Escóndete para que yo pueda negociar un amparo y no seas capturado”. Yo le creí y fue un error, se puede hacer eso en otros países, pero aquí no. Pero dónde voy a esconderme y me dijo: “Tengo un amigo que tiene una casa en Punta de Manabique. Vámonos para allá”. El tipo que nos llevó en la lancha, se dio cuenta que era yo. Él informó y llegaron por mí.

¿Volvería a la Presidencia?

No, ya me pasó mi momento.

¿Dónde fue más difícil, en Estados Unidos o Guatemala?

En Guatemala. El Sistema Penitenciario es improvisado, con deficiencias, con carencias, no tiene las instalaciones adecuadas. En Estados Unidos, donde estuve no había ni rejas. Era como una ciudad universitaria, canchas de futbol, gimnasio, bibliotecas, centros para dar clases, comedores, de todo, solo piscina no tiene. Daba clases de cine, de Economía a los latinoamericanos y a algunos gringos. Donde di clases fue en Nueva York; estuve en dos lugares, en Nueva York y en Denver. Cuando estuve en el Mariscal Zavala llegamos a ser 35. Ahora me cuentan que son 250 recluidos, eso hay que revisarlo.

“A mis 67 años, puedo decir que me siento satisfecho de la carrera que hice, y todavía estoy vigente”

¿Qué consejo le daría a Roxana Baldetti?

Que lea mucho. Uno se hace un autoexamen, y reconocer que uno se equivoca. Lo mío fue hasta cierto punto ridículo, no me pudieron demostrar lo del Ministerio de la Defensa, querían sacarme del país. Cuando llegué allá, lo que sentí cuando el fiscal me acusa de haber lavado 70 millones de dólares; cuando leo la tabla, me tocaban por lo menos 15 años, y resulta que cuando veo la acusación, el brillante señor Castresana me metió todas las cuentas de los Portillo y Cabrera de Centroamérica, hicimos la recusación; por eso se tuvieron que basar en los US$2.5 millones que dio Taiwán, que tampoco era delito; se empezó a caer el caso porque fue una acusación montada. Cuando el fiscal se dio cuenta que el caso lo tenía perdido, me dijo: “Nosotros no perdemos nunca, así que tiene que aceptar que hubo cohecho o soborno por parte de Taiwán”. ¿Cuál soborno? ¿Qué me pidió Taiwán hacer? “Ya nos dimos cuenta que usted no tiene relación con esas cuentas”, las cuentas de Alfonso Cabrera me las trasladaron a mí, esa fue la gran genialidad de Castresana.

¿Encerrado, sufrió de depresión?

Un día tuve depresión, un viernes, por una razón. En enero de 2004, llegó a verme mi abogado y me dijo que la Fiscalía estaba dura, que en Estados Unidos habían pedido diez años. Y la noticia que no me quería dar, pero era su obligación, que también Francia me había pedido, allá eran unos 15 años. Dije, en 25 años Portillo se acabó. Ese sábado, cuando amaneció, recuerdo que le pedí a Dios que no me sacara pronto, le pedí dos cosas: que si me iba a mantener preso mucho tiempo, que me diera fuerzas para aguantar; yo quería volver a mi tierra aunque fuera viejo. Lo segundo, le pedí que me mandara una noticia que me alegrara el corazón porque sentía depresión. El mismo día me llegó copia, por medio del director del Sistema Penitenciario, de la encuesta que sacó Contrapoder, en el que yo aparecía como el presidente más popular de la historia democrática, por encima de Arzú, me los llevaba a todos juntos sumándolos, me quitó la depresión, fue como un milagro.

¿Siempre ha sido creyente?

Sí, siempre. No he sido un hombre religioso, quizás he tenido dudas por los estudios y por influencias que tuve en filosofía, pero cuando reviso mi vida introspectivamente, me doy cuenta que en muchas cosas, la mano de Dios ha estado en mi vida. Estoy convencido. Soy un hombre que tiene fe. Leo el Nuevo Testamento con una visión distinta, no solo en el sentido espiritual o filosófico; como dice Carlos Jaspers, un gran filósofo alemán, hay cuatro grandes pensadores en la historia, de los cuales se derivan todos los pensamientos de la historia de la humanidad: Sócrates, Confusio, Buda y Jesús. Los he leído.

¿Qué hace Alfonso Portillo ahora?

Primero, cometí el error de haberme aliado con el partido Todos, los diputados que llegaron nunca vieron la política con el afán de servir, lo vieron con el afán de hacer fortuna. Me desligué y comencé a dar conferencias. Me di cuenta que tenía aceptación en muchos lugares. Me sugirieron que hiciera un proyecto político con jóvenes, la idea me atrajo, pero ¿con qué partido? Los partidos están corrompidos porque el sistema lo permite. Dije, vamos a hacer un proyecto distinto, todo el mundo quiere ser presidente, arma su partido, se lanza, gana y el partido desaparece. Entonces, hagámoslo al revés, primero la plataforma para alcaldes, después diputados y de último buscamos el binomio. Encontramos a Fidel Reyes, de Bienestar Nacional, con quien tenemos una relación de muchos años; fue colaborador mío en el gobierno; hicimos el acuerdo, ningún centavo de por medio, los que quieren ser candidatos aportan para que el partido se sostenga, ya vamos por 127 alcaldes definidos, tenemos aproximadamente unos 70 diputados definidos; quiero que la plataforma de candidatos a diputados sea mitad hombres y mitad mujeres, no reciclar a nadie, con excepción, me encantaría reciclar a la diputada Andrea Villagrán, quien ha hecho un papel muy bueno. El proyecto es presentar gente nueva, sin mancha, hemos rechazado a mucha gente, alcaldes igual.

Tienen nombres de los presidenciables

Hemos sondeado nombres: Estuardo Porras Sadik, Martín Arévalo, Édgar Gutiérrez, Mario García Lara, Chalo Sosa, el doctor Jorge Pérez. Lo que queremos es definir un perfil y con base en ello buscar al candidato. Antes del 30 de noviembre tener definido el binomio presidenciable que sea acorde a la realidad del país, lo digo con mucho respeto pero también con mucha sinceridad, de todos los candidatos que veo en el panorama, ninguno está claro de la situación que vive el país y de las decisiones que hay que tomar en los próximos años.

Alfonso Portillo estuvo preso en Estados Unidos un año y diez meses. Fotografía Alejandro Sandoval/Colaborador.

 Alfonso Portillo y Quetzaltenango

¿En Xela, cómo están con el partido? ¿Quiénes son los representantes?

Quetzaltenango es importante, necesitamos gente con experiencia y liderazgo. Le pedí a Julio Xicay que se haga cargo de la Coordinación de Quetzaltenango y con mucho gusto aceptó. Estamos trabajando para definir candidaturas. Xicay no solo ha sido un buen alcalde, es muy respetado, tiene una gran experiencia organizativa. Está ayudando fundamentalmente para organizar la plataforma que va a competir por Xela. También hay jóvenes como Lisbeth Hernández, una lideresa indígena, quien fue candidata a diputada en las elecciones pasadas; hay un próximo ingeniero en sistemas, Carlos García, muy joven y con un pensamiento moderno; así como Misael Hernández; ellos son una nueva generación de políticos.

¿Cuándo realizarán la asamblea?

La asamblea estaba autorizada por el Tribunal Supremo Electoral para el 9 de diciembre, pero la vamos a posponer porque antes del 30, fecha que tenemos para definir el binomio, quedan muy pocos días para organizarla, la vamos a programar para los primeros días de enero.

“Yo salí (del gobierno) con una popularidad del 27 por ciento. Prensa Libre hizo la encuesta el año pasado, yo tenía una popularidad del 77 por ciento”.

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