Como sucedió con los partidos políticos, el sindicalismo en el país se volvió corporativo y se desvirtuaron los postulados por los que, se supone, existen. 
Mynor Hernández Fernández/laprensadeoccidente.comgt
Los partidos debían ser intermediarios entre el Estado y los ciudadanos, de forma que interpretaran las necesidades de la población y las transformaran en acciones concretas al alcanzar el poder mediante el voto popular. Pero lo que ocurrió fue que se convirtieron en organizaciones de caudillos.
Por su parte los sindicatos surgieron para poner un límite a los abusos que, casi siempre, los empleadores cometían contra los trabajadores. Se suponía que serían un contrapeso para evitar excesos y defender los derechos laborales, reivindicando mejores condiciones de trabajo.
En el sector gubernamental, nacieron en la euforia del experimento democrático, cuando los constituyentes pensaron que permitir la creación de sindicatos en la administración pública garantiza que los gobernantes estuvieran sensibles a sus demandas y otorgaran concesiones en aspectos salariales y de contratación, entre otros.
Pero, al igual que los partidos, los sindicatos fueron perdiendo su sentido y comenzaron a enfrentar una crisis de identidad respecto a su razón de ser. Hubo unos cuantos astutos que vieron en la creación de un sindicato la oportunidad de blindarse en sus puestos de trabajo.
“El sindicalismo magisterial es hoy el ejemplo más claro de esta disfunción”
Así empezaron los desmanes, hasta el punto de que hoy tenemos dirigentes sindicales que no han asistido durante años a sus labores, mientras mantienen el control del sindicato con triquiñuelas parecidas a la de algunos dirigentes deportivos.
El sindicalismo magisterial es hoy el ejemplo más claro de esta disfunción. Hay decenas de sindicatos creados. El STEG es mayoritario, pero su secretario general, Joviel Acevedo, lleva más de veinte años en el cargo. Sus métodos de negociación son oscuros, y en la actual discusión del nuevo pacto colectivo fue garantizada la confidencialidad del texto, olvidando que es precisamente eso lo que se critica a los gobernantes: la falta de transparencia en la gestión del dinero público.
Y cuando, sorpresivamente, el sistema de justicia empieza a cortarle las alas, responde con movilizaciones para, supuestamente, reivindicar los derechos de la población. La duda que me queda es por qué las decenas de otros sindicatos no se unen para desbancar la posición mayoritaria del STEG, y si no es porque, tal vez, tampoco poseen representatividad ni legitimidad, en cuyo caso estarían metidos en el mismo saco que el STEG del cual parece haberse apropiado su sempiterno secretario general.




