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“Pensé que moriría y decidí escribir cartas para mis hijos, pero vencí al cáncer”

Con motivo del Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer de Mama, que se conmemora el 19 de octubre, les contamos la historia de una mujer que, aunque no luchó contra el cáncer de mama, salió victoriosa de un cáncer que invadió todo su cuerpo y cambió su forma de vivir.

Stella Valverde es traductora, ha trabajado en el área de comunicación social por 18 años, atravesó por una leucemia mielocítica aguda, un tipo de cáncer producido en las células de la línea mieloide de los leucocitos, caracterizado por la rápida proliferación de células anormales que se acumulan en la médula ósea e interfieren en la producción de glóbulos rojos.

Mirna Alvarado/La Prensa de Occidente- Fotos David Pinto

Stella María Valverde Polanco vivió hace 20 años uno de los episodios más difíciles de su vida: recibir la noticia de que sus días estaban contados. Fue como si el mundo se derrumbaba bajo sus pies. En marzo del año 2000, los médicos le dijeron que padecía de leucemia mielocítica aguda, un tipo de cáncer en la sangre del que muy pocas personas logran salir.

¿Cómo fue que se enteró de que estaba enferma?

Fue de la noche a la mañana. Resulta que empecé a juntar agua en el estómago, lo que se conoce como sitis, porque mi cuerpo ya no tenía glóbulos rojos; había una proliferación de glóbulos blancos que ya no funcionaba bien, mi hígado, riñones, mis órganos vitales no estaban funcionando bien.

¿Ese fue el detonante para buscar ayuda?

Sí, porque de viernes a domingo, el estómago creció y parecía que tenía seis meses de embarazo; entonces buscamos ayuda, el químico biólogo hizo los análisis de sangre y de una vez llamó a mi exesposo, y fue así que me internaron.

¿Tenía sospechas de que se trataba de algo grave?

En un principio los médicos tratan de no asustarlo a uno. No me decían con claridad lo que me estaba pasando, pero por los exámenes que me pidieron comencé a dudar y a pensar que no me decían la verdad. Al final el doctor dijo: “Tienes una leucemia y debes hacerte la quimioterapia”, y me quedé anonadada.

¿Qué pensó en ese momento?

Inmediatamente, pensé en mis hijos. Ellos estaban chiquitos; pensé en mis papás porque soy su hija única, bueno… era porque ellos ya fallecieron, pero en un instante hice una revisión de toda mi vida y después me dije: tengo que organizar todo por si muero. Mi exesposo es médico y durante sus prácticas conoció algo de oncología, entonces (hace una pausa mientras esboza una sonrisa) decidimos iniciar la quimioterapia, quince días después del diagnóstico.

¿Por qué pensaron en posponer el tratamiento?

En ese entonces, el índice de mortalidad de quienes se sometían a las quimioterapias era alto y él pensó en la posibilidad de que yo podía morir, fue que me dispuse a organizarlo todo.

¿Cómo enfrentó la primera quimioterapia?

En ese entonces, como la medicina no estaba tan avanzada como ahora; lo mío fue hace 20 años (suspira, toma aire bajo la mirada tierna de su hija menor y continúa), mi cuerpo estaba completamente invadido por el cáncer, la medicina no había avanzado tanto, por eso me debía quedar en el hospital; ahora los protocolos oncológicos han cambiado y una puede ir a su casa al terminar la quimioterapia, en aquel tiempo era diferente.

¿Hubo un momento de quiebre?

Sí, muchos… pero uno en lo particular; mientras estaba internada pensaba que ya no la libraba y que no lo superaría (sus ojos se llenan de lágrimas, la mano derecha sobre su mejilla, respira hondo). Comencé a escribir notas pequeñas para cada uno de mis hijos, algo así como “si estás leyendo esto es porque ya no estoy con vida”. Lloré mucho, pero me dije, voy a escribirle una carta para que la lea cuando cumpla 15 años, para que sepan quién soy y me recuerden…

¿Cuánto tiempo duró el tratamiento?

Muchos días, aproximadamente un mes. Las quimioterapias eran de día y de noche porque debían limpiarme todo el torrente sanguíneo hasta que la medula ósea estuviera completamente limpia y comenzara a sanar; es como la tierra cuando se cultiva, es necesario quitarle todo, limpiarla para que luego pueda germinar.

¿Tuvo alguna complicación?

Pasé por una neumonía porque mi sistema inmunológico estaba completamente bajo; perdí peso, cabello, tuve muchos hematomas (moretones) en los brazos y otros lugares donde me colocaron catéteres para la quimioterapia, pero estoy viva y pensé que no lo lograría.

¿Cuál fue su máxima fortaleza?

Mis papás, mis hijos y mi fe en Dios, siempre confié en Él… Yo decía “mis hijos me necesitan, Señor. Dame la fuerza para continuar, no es justo que los padres entierren a sus hijos y que mis pequeños no me tengan”. De mi exesposo no me preocupaba porque al final la pareja se puede sustituir; además, miraba que mis compañeras de pabellón en el hospital estaban peor, pero no perdían la fe y se mantenían fuertes, eso me motivó también.

¿Qué sintió cuando supo que ya no tenía cáncer?

El 25 de marzo de 2000 me llevaron la unción y la extremaunción. Cualquiera podría pensar que definitivamente ya estaba a punto de morir, pero dos días después, el 27, el especialista me dijo: “Stellita, te puedes ir a tu casa tranquila porque estás curada”. Fue un momento muy especial, porque me sentí afortunada.

Ahora ya pasaron 20 años, ¿qué siente al recordar ese episodio?

Agradecimiento (por sus ojos se avizoran lágrimas y se le quiebra la voz, sus manos tiemblan y comienza a sollozar, respira hondo y prosigue). He visto a mis hijos crecer, graduarse, casarse y gozar de su compañía, ya tengo un nieto, bueno… dos porque el segundo está por nacer (sonríe, mientras aprieta la mano de su hija).

Tras esta experiencia, ¿su vida cambió?

Mucho. Retomé mis estudios, culminé la universidad, volví a nacer. Después de esa etapa procuré vivir el día a día, evitar aquello que no me hacía feliz y disfrutar a mis hijos y a las personas que amo y me aman.

¿Qué les dice a aquellos que pasan por una experiencia similar?

Es importante que atendamos las señales. Cuando sintamos o veamos algo diferente en nuestro cuerpo o notemos irregularidades en nuestra salud, acudamos al médico; muchas veces las personas no van a consulta porque no tienen dinero, pero para eso existen especialistas en los hospitales públicos, y si ya están atravesando por el tratamiento, mi sugerencia es que se aferren a su fe, a la vida, a las personas que aman y las aman, no hay que desfallecer y darle batalla a la enfermedad.

“Comencé a escribir notas pequeñas para cada uno de mis hijos, algo así como ‘si estás leyendo esto es porque ya no estoy con vida’, lloré mucho…”

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