Desde la invasión española, la migración forzada ha sido constante para la población pobre que es la mayoría; excluidos del sistema colonial que nos ordena y controla desde entonces. Por desalojos territoriales, falta de oportunidades, violencia e inseguridad, por el modelo económico que concentra abusivamente la riqueza y margina a los creadores de la misma: trabajadores, campesinos y artesanos. Por eso y más, el grueso de guatemaltecos migra permanentemente – tres millones que han ido al norte- y a las ciudades, por la pobreza y abandono que se vive en el campo.

Rigoberto Quemé Chay/laprensadeoccidente.com.gt
Con la llegada de Trump, el odio, desprecio y abuso hacia los migrantes alcanza magnitudes de tragedia continental, son tratados como terroristas y criminales por el único pecado de ser expulsados de su país de origen por la indiferencia de las elites económicas y del Estado, que está bajo su control.
21 mil millones de dólares en remesas, supera el aporte a la economía generada por las elites protegidas por el Estado que monopolizan la producción, el mercado y el sistema financiero. Juntos no aportan lo que los migrantes le dan al país.
Las remesas no han impactado positivamente en las comunidades de origen de migrantes. En estudio reciente en 10 municipios del Quiché, con alta población migrante se evidenció que la remesa que recibe una familia, primero es para pagar una deuda con intereses leoninos, que sirvió para el viaje. Pasan años para solventarla. Los remanentes sirven para la alimentación, construir una casa, adquirir un terreno, etc., pero no todos pueden.
Otros usureros, los bancos, se quedan con un porcentaje significativo de las remesas. Igual, las telefónicas, los comerciantes importadores de vehículos, línea blanca, materiales de construcción: cemento, hierro, etc. Esa remesa vuelve mayormente a Estados Unidos, dejando amplios márgenes de ganancia a los grandes comercios que monopolizan la importación.
Algunos, ponen un pequeño negocio, pero de nuevo, las materias primas, los productos envasados, aceite, bebidas y comida chatarra captan parte de las remesas y ese dinero tampoco queda en la comunidad porque son empresas centralizadas en la capital y los productos, muchos, son franquicias extranjeras. ¡la remesa, poco alivia la pobreza de la gente, pero sostiene las ganancias del gran capital!
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Ante el drama de los deportados, el gobierno debiera declarar de urgencia nacional el problema y convocar al sector privado para crear un impuesto temporal para atender la crisis. Las municipalidades en vez de dar obras a sus financistas, utilizar mano de obra migrante para ejecutar los proyectos por gestión municipal. Los centros de capacitación, ONGs, universidades, emprender capacitaciones a corto plazo para mejor técnicamente la oferta de mano de obra que vendrá. Las iglesias evangélicas, algunas, ya no obligar a diezmar a las familias migrantes; algunos pastores llegan al colmo de pedir el diezmo en dólares.
Recibir a los deportados como hermanos, con solidaridad y con derecho a una vida digna y, sobre todo, no permitir desde el Estado que haya más migrantes obligados.
Los gobiernos latinoamericanos, formar un mercado común, para generar espacios de producción, consumo interno y regional que fortalezca la economía creando oportunidades para la población pobre. No preocuparnos de Estados Unidos, porque decía una compañera académica conocedora del imperio, que su decadencia será desde adentro y no por fuerzas externas, dado el modelo de vida de la sociedad, orientada al consumismo, el lujo, la violencia, una inmoral concentración de la riqueza y del consumo de drogas que se extiende paulatinamente a gruesos sectores poblacionales.
“Al parecer el presidente Trump no ha leído sobre la larga historia de la humanidad en la que han desaparecido imperios…puede que su prepotencia y falta de ética corroan más al debilitado, pero aún peligroso imperio estadounidense.” [1]
Un senador de Estados Unidos, [2] dijo:
“Debemos poner fin a un sistema corrupto de financiamiento de campañas, que permite que un puñado de multimillonarios compren elecciones y nos lleven rápidamente a la oligarquía.
Al iniciarse la nueva presidencia de Trump, tenemos que mantenernos centrados. No podemos entrar en pánico. No importa cuántas órdenes ejecutivas firme y cuántas declaraciones emita, nuestro objetivo sigue siendo el mismo. Tenemos que educar. Tenemos que organizar. Tenemos que unir a la gente en torno a una agenda que funcione para todos, no solo para unos pocos. Ahora más que nunca tenemos que luchar para crear una América basada en la justicia económica, social y medioambiental.”
[1] Hedelberto López Blanch. Periodista e investigador.
[2] Bernie Sanders es senador de Estados Unidos.
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