Los recientes eventos ocurridos en auto hoteles de Guatemala han expuesto una problemática profunda en el ejercicio periodístico nacional.
Claudia Lepe/laprensadeoccidente.com.gt
La tensión entre el sensacionalismo que vende y la responsabilidad ética que protege la dignidad humana.
La muerte de Glendy Maybel Esquivel, una madre de 32 años hallada sin vida en un auto hotel de Quetzaltenango el pasado 1 de junio, ejemplifica cómo los medios de comunicación pueden contribuir a la revictimización cuando priorizan el morbo sobre el respeto a las víctimas y sus familias.
El asesinato de Glendy Esquivel fue inicialmente rodeado de especulaciones mediáticas sobre una supuesta infidelidad. Los medios difundieron información no verificada sobre las circunstancias de su llegada al establecimiento, generando un debate público centrado en aspectos irrelevantes para la justicia.
La autopsia posteriormente reveló que la mujer falleció por un trauma craneoencefálico ocasionado por golpes contundentes, confirmando que se trataba de un femicidio.
Sin embargo, el daño mediático ya estaba hecho: la víctima había sido expuesta públicamente, su memoria manchada por especulaciones, y su familia sometida a un escrutinio innecesario.
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He experimentado personalmente cómo los medios de comunicación pueden convertirse en instrumentos de daño cuando no verifican la información antes de publicarla.
Un medio difundió información no verificada sobre mi persona, lo que me hizo comprender desde una perspectiva muy personal el dolor y la vulnerabilidad que sienten las víctimas y sus familias cuando son expuestas públicamente sin su consentimiento.
Esta experiencia me sensibilizó sobre una realidad que muchas mujeres enfrentamos: los medios tienen el poder de construir o destruir reputaciones, de proteger o vulnerar la dignidad humana. Cuando ese poder se ejerce sin responsabilidad ética, se convierte en una forma de violencia que trasciende el ámbito privado y se vuelve pública, masiva e irreversible.
La victimización secundaria se produce cuando los medios especulan sobre la vida privada de las víctimas, difunden teorías no confirmadas, exponen a las familias a escrutinio público innecesario, y priorizan el sensacionalismo sobre el respeto a la dignidad humana.
Esta práctica no solo daña a las víctimas directas y sus familias, sino que perpetúa estereotipos dañinos y contribuye a una cultura de culpabilización de las víctimas.
¿Por qué tenemos que juzgar la vida sexual de otra persona? Esta pregunta debería resonar en cada redacción. La vida íntima de una víctima no es asunto público, no es material periodístico y definitivamente no es justificación para ningún acto de violencia.
Los códigos deontológicos del periodismo establecen principios claros: respeto a la intimidad y dignidad humana, humanidad en el ejercicio profesional, veracidad y verificación, y protección especial a las víctimas.
Es fundamental que los medios guatemaltecos adopten protocolos específicos: verificación rigurosa, enfoque en los hechos criminales y judiciales, protección de la identidad de las víctimas, contexto educativo, y sensibilidad humana.
El caso de Glendy Esquivel debe servir como un llamado de atención para todo el gremio periodístico guatemalteco. Su muerte fue una tragedia que merece justicia, no espectáculo mediático.
Como sociedad, debemos exigir medios que informen con responsabilidad, que respeten la dignidad humana y que contribuyan a la construcción de una cultura de respeto hacia las víctimas.
El verdadero periodismo no se mide por la cantidad de clics o la viralización de contenido sensacionalista, sino por su capacidad de informar con veracidad, educar con responsabilidad y contribuir al bienestar social.
Cada mujer que aparece en los titulares tenía una familia, hijos, una madre, hermanos. Reducir su existencia a las circunstancias de su muerte es una forma de deshumanización que debería avergonzarnos como sociedad.
Solo así honraremos la memoria de quienes ya no están y protegeremos a quienes aún necesitan nuestra responsabilidad profesional. La dignidad humana no es negociable, ni siquiera por las mejores audiencias del mundo.
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