Los restos de Claudia Patricia Gómez llegarón este medio día al país, luego trasladados a San Juan Ostuncalco, Quetzaltenango, donde le darán sepultura. Esta es la historia.

Por: Edgar López Morales/laprensa.com.gt
La madrugada del 7 de mayo, aproximadamente a las dos y media, Claudia Patricia Gómez González, de 20 años recién cumplidos, llegó a la habitación de sus abuelos y los despertó para despedirse; agachó la cabeza y les pidió “su bendición”. Los abuelos se levantaron y con su mano derecha hicieron la señal de la Santa Cruz, la persignaron. “Mi bendición, hija”, le dijeron, el ambiente lucía como todos los días, la Luna estaba en cuarto menguante.
Quince días después, Claudia Patricia recibía un disparo en la cabeza de manos de un agente de la Patrulla Fronteriza en Río Bravo, Laredo, EE. UU., en ese momento truncaron sus sueños e ilusiones, una joven sin opciones para conseguir un trabajo digno en San Juan Ostuncalco, en Xela, ni mucho menos en la ciudad capital, por eso decidió buscar el sueño americano e irse de mojada, con dos acompañantes más que, seguro, estarán escondiéndose en algún lugar de Laredo, porque además, son testigos.
El hecho fue captado por Marta V. Martínez, vecina de Río Bravo, cuando escuchó los disparos, salió y vio a un agente voltear el cuerpo de la víctima, que tenía el rostro ensangrentado, tomó el celular y grabó la escena. “¡La mataste!”, le gritó al agente que estaba intentando reanimar a la joven, cita el New York Times.
“Ella no nos dijo que iba para el norte, solo nos explicó que iba a viajar”, recuerda Magdalena Vicente, de 72 años, la abuela. “Yo le dije: ‘no te vayás’. Nunca nos dijo para dónde se iba, pero entendimos que era para los Estados Unidos”. “Ella estaba convencida y lo único que hicimos fue darle la bendición para que en su camino no tuviera ningún problema”.
Falta de oportunidades
Lidia González, madre de Claudia Patricia, asegura que la razón por la que viajó a los Estados Unidos fue por la falta de oportunidades. “Ella es perito contador, varias veces fue a buscar trabajo tanto al municipio de San Juan como a la cabecera departamental, pero no lo encontró porque le pedían nivel universitario y ella no ganó el examen de admisión en el Cunoc”, señala.
Gilberto Gómez Vicente, padre de la víctima, dice que la razón por la que le dieron permiso de viajar fue porque que esperaban que sus condiciones de vida fueran mejores. “Ella se fue sola, ahora, con esta experiencia no quiero que mis hijas menores sigan los pasos de la más grande”, dice Gómez Vicente.
La última vez que estuvimos juntos con toda la familia fue para celebrar su cumpleaños, fue en febrero. “Le quitaron los sueños a mi hija. Ella no era mala, desde pequeña quiso sobresalir”, afirma González.