“Como consecuencia de la Revolución Industrial, desde mediados del siglo XIX se instaló un modelo de colonias industriales en varios países del mundo, especialmente para industrias textiles. Estas colonias industriales buscaron lugares con clima adecuado para los tejidos, cercanos a ríos para generar su propia energía hidroeléctrica”, escribe Francisco Roberto Gutiérrez en una columna de opinión de un matutino.
“Para ello se construyeron las casas de los obreros al lado de las fábricas, así como escuelas, iglesias, restaurantes, hospitales, teatros, cooperativas y salones de usos sociales para los obreros”, agrega.
“En Guatemala un ejemplo de aquel modelo fabril es la fábrica de Hilados y Tejidos Cantel, fundada en 1874 en el municipio del mismo nombre, cercano a la ciudad de Quetzaltenango. El pueblo de Cantel fue fundado por los conquistadores españoles en 1551 como Nuestra Señora de la Asunción de Cantel, en un territorio que pertenecía a una familia quiché proveniente de Totonicapán”.
“La fábrica de Cantel fue fundada por don Delfino Sánchez, un acaudalado terrateniente amigo y compañero político del general Justo Rufino Barrios, de quien obtuvo el derecho exclusivo por diez años para establecer la fábrica en el sitio en donde se construyó la primera industria rural de Guatemala”, continúa Gutiérrez.
“Para llevar adelante el proyecto de la fábrica de textiles, que en su momento era de una inversión cuantiosa y decisión arriesgada, don Delfino envió a Inglaterra a uno de sus hijos, quien hizo la contratación de la maquinaria, el diseño de la planta y de los técnicos que vinieron a montarla. Hubo en sus inicios una oposición de vecinos de la aldea Pasac; como desafortunada consecuencia, el 4 de septiembre de 1884 fueron fusilados varios miembros de la Corporación Municipal, por oponerse al funcionamiento de la fábrica”.
“La fábrica fue financiada parcialmente por el Banco de Occidente; y cuando esta tuvo problemas para honrar la deuda, el gerente de Banco, don Rufino Ibargüen ofreció hacerse cargo de la misma, con lo que el señor Sánchez trasladó la deuda a don Rufino Ibargüen, quien la dirigió diligentemente varios años, hasta que en un incidente laboral fue asesinado en sus oficinas, por uno de sus trabajadores”, dice la columna de Gutiérrez.

Por Adrián Velásquez/Fotos de David Pinto
La nueva Fábrica Cantel
Los propietarios de la fábrica cerraron operaciones en 2007. Y fue hasta en 2011 cuando llega una empresa mexicana a tomar las riendas del negocio y se reactiva. En esta entrevista con el ingeniero Álvaro García, originario de México, cuenta cómo se renovó esta industria que da empleo a 400 personas, la mayoría vecinos de Cantel.
¿Cuándo llega usted a Cantel?
“Llegué en 2011. Cuando llego a la empresa me tocó abrirla porque estaba cerrada. En ese momento había un problema sindical y un problema financiero. Cerró en 2008 y 2011 empezó a funcionar. Cuando empezamos a funcionar había una división. Cruzando la carretera está Parracaná, donde se encuentra ubicada la planta de tejidos de preparación. Y esta es de preparación e hilandería, acabado y confección. Aquí había sindicato y allá no. El sindicato hizo que esto no creciera. Eso llevó a los dueños a cerrar este nicho y concluyeron actividad en 2008.
¿Cuál es su profesión?
“Soy ingeniero textil, del Instituto Politécnico del DF. Se da la oportunidad de venir a Guatemala para hacer un levantado técnico; primero fue por 20 días. Hice la medición y me dijeron: si nosotros arrancamos un departamento de los siete que hay, con eso somos felices. Lo hicimos en semana y media, cuando se había pronosticado en dos meses. Cantel es ver tiendas y también la comercialización de hilos. Somos los principales productores de hilos de Centroamérica. Nosotros le surtimos a la capital con hilo de costura y ahora estamos comenzando a producir para Honduras, Costa Rica y El Salvador, a este último lo surtimos desde hace tres años. Ahora el miedo que me ves en el corre y corre, es que ahora vamos a romper un poco con la historia, y es que vamos por la inversión. Eso nos llevará a cambiar la tecnología, la cual data de 1969. Vamos a cambiar los primeros equipos con máquinas de 2019”.
¿Cuántas personas trabajaban aquí antes del cierre?
“Se maneja la historia de 400 a 450, ese era el volumen del personal. En ese momento la fábrica la tenía el banco, y cuando el banco la adquirió, trabajó para liquidar los artículos y los inventarios que se quedaron.
¿Cómo es que llegan a Cantel?
“Llegué a esta empresa con 16 personas en producción. Había dos opciones: inviertes o sigues igual, entonces se nos ocurrió irnos a México y encontramos una empresa en Puebla. Tienes dos opciones: le das trabajo a tus compatriotas o la desmantelas y te vas a Guatemala, porque aquí hay mucha infraestructura, terreno y mano de obra. Como mexicano que soy, allá la corrupción es un poco más marcada que en Guatemala, entonces decido desmantelar la fábrica y me la traigo para acá: comenzar la apertura comercial y dar marcha a la fabricación de artículos para la exportación y vender a Estados Unidos. Montamos la maquinaria durante dos años. Yo venía para dos años, se acabaron esos dos años, empezamos a mandar nuestros primeros productos fuera de Guatemala. Éramos dos tiendas y ahora somos 17 en toda Guatemala, estamos por inaugurar en El Salvador y estamos alistándonos para la modificación de los nuevos equipos. Actualmente estamos con 300 personas que trabajan con nosotros”.
¿Cómo empezó ese cambio?
“Al traer maquinaria de México a la empresa fue un choque. La gente comenzó a enterarse de que no es el mismo Cantel, los portones los pintamos de verde a rojo y beige para cambiar la cultura. Empezamos a contratar personas más jóvenes; antes eran empíricos, hoy las áreas son de ingeniería, es gente que no rebasa los 30 años”.
La fábrica de Hilados y Tejidos Cantel actualmente da trabajo a más de 300 personas y tiene planificado traer maquinaria para elaborar productos de exportación.
Hablar de Fábrica de Cantel es imaginar toallas, telas, mantas, hilos; ¿siguen en esa línea?
“Cambiamos. Cantel fue reestructurada como empresa para un mercado nostálgico. Todos los abuelos y padres usaban los limpiadores clásicos, los manteles; los seguimos fabricando porque es un plus. La gente sigue comprando. Los productos de Cantel mantienen la calidad, y aquí viene algo importante: como buen empresario busqué la forma que los artículos fueran variados, y ante el bombardero de los productos chinos, nosotros queríamos competir con ellos. La gente decía ‘mira, yo tengo una toalla de hace cinco años, es un poco más grande’. Tuvimos que manejar los estándares que se elaboraban, y gracias a Dios te puedo decir que hoy, Cantel es una empresa colocada en el nicho industrial por la calidad. Nuestro producto es caro, tu compras en Cemaco una toalla de Q40, vas a Cantel y una toalla vale Q120”.
¿La materia prima?
“Nuestra base es ciento por ciento algodón. El algodón tiene un poder de absorción que se siente cuando tú te secas y listo; sin embargo, otras calidades implican fibras diferentes y el resultado no es el mismo. El costo se ve afectado, pero garantizamos el confort”.
¿Con toallas y limpiadores compiten?
“El sesenta por ciento de la producción son toallas. Tenemos más productos que podríamos mencionar: limpiadores, manteles, toallas e hilos. Los hilos son una parte fundamental porque abastecemos a Salcajá para confeccionar trajes típicos. Que si llegan y hacen auditoria, las puertas están abiertas. Nosotros competimos contra el mercado informal; están entrando hilos muy baratos, de oriente, sin pagar impuestos, eso hace que las empresas no crezcan, y nosotros estamos compitiendo contra eso. Nuestro artículos son un poco más caros, los chinos le meten poliéster al 90 por ciento en vez de algodón. Y nuestro producto es ciento por ciento algodón, eso hace que las prendas tengan un confort totalmente diferente”.
¿De la empresa mexicana que trajo, podría ampliarme?
“La empresa estaba en Puebla, en San Martín Texmelucan, se llama Textiles Morales. Lo que nosotros hicimos fue ir a ver los equipos y ver qué podríamos elegir para comercializar y ¿por qué no exportar? Entonces compramos la maquinaria, la montamos y eso nos permite ser lo que hoy en día somos, vendemos a Estados Unidos, al Ejército en Miami; estamos en Australia con toallas. Vinieron los australianos y vieron los diseños típicos y le hicimos sus diseños, por eso trajimos la maquinaria de México”.
¿La tienda de la 12 avenida, cerca del parque central, por qué no la recuperaron?
“Fue un almacén que hoy pertenece a Banco Industrial. Era la tienda o la bodega principal, había otra en el parque Benito Juárez. Posteriormente, se construyó un comedor, y esa es la historia, que hoy se abrió y mañana amaneció quemado”.
¿Del puente que se desea construir, qué sabe?
“Cuando llegué aquí y quise conocer parte de la historia de Cantel, fui a preguntar qué banco tenía la propiedad, fue el G&T y no el Industrial. Alguna persona hizo negocios y se vendió. El banco tenía el plan de hacer un puente que uniera el edificio del Banco Industrial con la antigua bodega de Cantel”.
El río se tiñe de colores, ¿qué pasa ahí?
“Se supo que el río Zunil estaba rojo y que era responsabilidad de Cantel. Delegados de Medio Ambiente llegaron, nosotros cerramos jueves y eso fue viernes. Resulta que todos los desechos de la comunidad pasan por el drenaje de Parracaná. En ese momento hicimos una inspección y estaba de color azul, e inspeccionaron por qué. Salía agua azul y verde y nosotros no trabajábamos esos colores en ese momento. Resulta que una persona tenía un tonel de colorante y, en la noche, lo vertió en el río y eso contaminó el agua.
La Fábrica Cantel actualmente es la mayor proveedora de toallas para los hoteles Hilton.