Socorro Parajón viuda de De León, doña “Coco”, como le llaman cariñosamente, es una mujer de 85 años, originaria de San Lucas Tolimán; nació en junio de 1933, su padre falleció cuando tenía 9 años. Socorro y su mamá fueron a vivir a Panajachel, Sololá; una maestra le consiguió cómo estudiar y cuando cursaba tercero de primaria fue nombrada alumna distinguida, logró una beca, pero tenía que viajar a la escuela Pedro Molina de Chimaltenango, la falta de recursos económicos ocasionó que su sueño de estudiar se truncara.
Es una mañana fresca, Socorro Parajón entra por el pasillo de la vivienda de su amiga de siempre, Isabel Quiñónez de Zelada, de 92 años, se saludan y cada una comienza a recordar cómo se veían 30 años atrás.
Doña “Coco” me atiende en una de las pocas casas tipo campestre que aún existen en la zona 5 de Quetzaltenango, es el lugar donde dos amigas conversan todos los días sobre los desafíos que la vida les ha impuesto a lo largo de su existencia.
Lleva un bolso negro y en sus manos un sobre de manila donde guarda sus más preciados tesoros, las fotografías de su juventud, las cuales comienza a sacar una a una. “Él era Guayito, está con su hermanita y a lo lejos estoy yo y otros empleados del hotel donde íbamos a jugar”, señala en la fotografía que me muestra. Y así comienza la entrevista.
Por Mirna Alvarado/La Prensa de Occidente
¿Qué pasó entonces?
Iba a jugar a un jardín, ahí jugaban dos niños, eran nietos de los dueños de esa propiedad, con el tiempo los señores me dieron su confianza, nos manteníamos en la piscina con mis hermanos, era el Hotel Regis en Panajachel, los niños eran nietos de Amelia Guzmán de Weyman, tía de Jacobo Árbenz.
¿Cómo llegó a trabajar a la casa de los Árbenz Vilanova?
Durante las vacaciones, doña Amelia me pidió cuidar de sus nietos, ellos tenían entre 2 y 4 años, yo 10; de ahí doña Amelia me dijo que si quería ir a la capital a cuidar a Eduardo (Guayito) porque se enfermó, bebió creolina accidentalmente, entonces doña Amelia me dijo, “¡Mija te querés ir a Guatemala conmigo, a cuidar a mi nieto, tu amiguito!” y acepté.
¿Viajó sola?
Me fui con doña Lucía, una prima de doña Amelia, me dejó en la pensión Lux, ahí aprendí a cocinar y a limpiar, todos los oficios, así fue como conocí a doña Octavia Guzmán, la mamá de Jacobo Árbenz. El coronel Weyman vivía con sus suegros, no había mucho espacio para quedarme con ellos; la madre de Jacobo me pidió cuidar de Arabella y Leonora, las hijas del coronel Árbenz; vivíamos en un chalet, cerca de la Torre del Reformador.
¿Cuántos años tenía en ese entonces?
Ahhh, ya tenía 13 años. Recuerdo que el portero de la pensión me dijo un día, que saliera a la puerta que daba a la calle para no estar triste y la señora Estefania (encargada de la cocina) se enojó, me regañó, era bonito porque esa pensión estaba cerca de los cines Lux y se juntaba mucha gente, se ponía alegre (suspira).
¿Qué actividades hacía con las niñas Árbenz?
Jugaba, había unas casas para niños y ahí pasábamos las tardes, los fines de semana ellas realizaban paseos en bicicleta, mientras que el guardaespaldas y yo las cuidábamos de lejos, esto era en las cercanías del aeropuerto La Aurora. Cuando los paseos eran con la familia, a mí me gustaba ver aterrizar los aviones, mientras las niñas jugaban bajo la supervisión de los esposos Árbenz.
¿Los Árbenz Vilanova la llamaban por su nombre?
No, ellos al igual que toda la gente que me conoce me llaman “Coco” o “Coca”, por mi nombre, Socorro.
¿Cómo era un día con los Árbenz?
Era un matrimonio muy bonito, se querían, se respetaban mucho y con ellos aprendí buenas costumbres, me trataron muy bien, siempre con afecto. El coronel trabajaba por las mañanas, sostenía reuniones en su espacio privado; doña Mariíta (María Cristina Vilanova) siempre fue muy humilde a pesar de ser de una familia adinerada. A veces, en las tardes salíamos de paseo, doña María siempre elegante, con sus sombreros grandes, a veces los sombreros tenían velos.
¿Cuál era la comida favorita del coronel?
No sé si era su comida favorita, pero él siempre pedía carne a la barbacoa, pero no la que se hace ahora sino la que se cocinaba antes. La carne se enterraba dos días antes para luego cocinarla, esa fue la comida que se preparó en la celebración cuando tomó posesión de la Presidencia, eso sí, a Jacobo le gustaba mucho comer pastel… También que su ropa estuviera bien organizada y solo doña María era la autorizada para acomodar, lavar y planchar su ropa.
¿Alguna vez vio a los integrantes de la gesta revolucionaria del 44?
Conocí a Torriello y Arana, se juntaban para almorzar los domingos en la casa de Jacobo y en la del coronel Weyman. Antes del almuerzo familiar ellos se encerraban en la sala en las mañanas, a mediodía salían a compartir con la familia.
¿Cuánto tiempo trabajó en la casa de Jacobo Árbenz?
Estuve como dos años, luego me fui a trabajar con el coronel Weyman hasta que él fue nombrado embajador en Washington. Me sacaron la visa para irme, pero ya no pude viajar, por lo que regresé a trabajar al hotel en Panajachel. Recuerdo que cuando regresaron, doña Amelia le dijo a su hijo: “Estuvo bueno que no te la llevaste porque si no a su regreso hasta carro nos hubiera pedido”. (Y se sonríe)
¿Apoyaron la campaña de Árbenz para presidente?
En 1949, doña Amelia Guzmán (tía de Árbenz), dueña Hotel Regis, nos pidió a los empleados hacer propaganda para la campaña electoral, salíamos en las noches a pegar fotos. Recuerdo que una de esas noches me acompañaba mi novio, y yo de atrevida pegué una imagen de Jacobo Árbenz sobre un panfleto de Ydígoras Fuentes (candidato opositor), me reía de lo que había hecho y al voltear a ver a mi novio, este se molestó por la acción porque era partidario de Ydígoras; se fue molesto y aseguró que denunciaría doña Amelia.
¿Salían en caravanas y gritaban consignas?
Sí, nos íbamos en camiones a dejar propaganda, y recuerdo que una de las consignas que gritábamos era “Les cuadre o no les cuadre, Árbenz será su padre”.
¿A los cuantos años se casó?
Tenía como 16, yo era una jovencita, mi esposo me llevaba diez años. Recuerdo que un mi pretendiente fue el que nos casó. Yo decía cuando estábamos en el altar, “que ni se le ocurra a este hombre decir que fue mi pretendiente porque si no don Germán se enoja”. (Doña “Coco” sonríe y se sonroja al contar este episodio)
Árbenz Presidente
Fue electo presidente de Guatemala en las elecciones de 1950 y asumió el cargo el 15 de marzo de 1951.
Cuando Jacobo Árbenz ya era presidente, ¿lo volvió a ver?
Sí, eventualmente llegaba al hotel. Él siempre usaba su traje militar, siempre fue muy sencillo. Por las noches iban al casino militar; doña María Vilanova siempre se veía muy elegante y trataba bien a las personas. Cuando llegaban a Panajachel podía verlos.
Cuando derrocaron a Árbenz, ¿cómo se enteró?
Tenía un mes de casada. Me casé con quien había tenido el altercado durante la campaña de Árbenz (ríe); don Germán de León, en esa época nos fuimos a vivir a Chichicastenango, por lo que había compartido con él y las niñas me preocupe, pero no había tanta comunicación como ahora.
¿Volvió a tener contacto con alguien de la familia de Árbenz?
No, supe que lo habían expulsado de Guatemala, años después me enteré que había fallecido. Luego supe que sus restos los habían traído a Guatemala e intenté ir a la capital y conversar con doña María Vilanova pero ya no pude viajar. Después me dio tanta tristeza saber que la niña Arabella Árbenz se suicidó en Colombia, por ahí por 1965. Al único que vi fue a Jacobito, cuando lanzó su candidatura para presidente. Cuando estuvo acá en Xela, yo llegué con una de mis nietas y le dije quien era, entonces me dijo a lo lejos me acuerdo de usted, la “Coco”. Me preguntó: “¿Cuántos éramos en la familia”, le respondí que diez… “¡Ah, ya tengo diez votos asegurados!”, me expresó.
¿Qué dicen sus nietos cuando cuenta esta historia?
Les gusta oírme hablar de mi juventud, de las cosas que viví, de mis recuerdos. En Sololá tengo un cofre con mi vestido de novia, fotografías, estas que traigo no son todas, la vejez ya no me ayuda para viajar a recoger todos mis recuerdos.
Doña “Coco” actualmente renta habitaciones cerca de La Rotonda, en la zona 2 de Quetzaltenango y vive con la familia de su hijo más pequeño, quien sufrió un accidente y quedó imposibilitado para trabajar.
Jacobo Árbenz Guzmán nació en Quetzaltenango en 1913, de padre suizo-alemán y madre guatemalteca. Estudió en la Escuela Politécnica, donde fue abanderado. Se casó con María Vilanova, proveniente de una familia de la aristocracia salvadoreña, quien le dio varias hijas y un hijo, fue su compañera hasta la muerte.
Cuando la gesta revolucionaria de 1944 que derrocó a Jorge Ubico, Árbenz integró el triunvirato de la Junta de Gobierno.
En 1951 fue elegido Presidente de la República. La nueva Constitución establecía la separación de los poderes dentro del Estado, la autonomía de la Universidad de San Carlos de Guatemala y la creación de la Facultad de Humanidades; el fin del trabajo forzoso y la prisión por deuda; el reconocimiento de la mujer como ciudadana, derecho al voto y derechos laborales por maternidad. Además se crearon el Instituto Indigenista y el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social. Se desarrolló la educación con escuelas tipo federación, escuelas normales rurales, creó el Consejo Nacional de Alfabetización, autogobiernos escolares, el sindicato de trabajadores de la educación y la ley del escalafón magisterial. Asimismo, creó el Banco de Guatemala y se emitió el Código de Trabajo. Hubo grandes obras como la hidroeléctrica Jurún-Marinalá, la carretera al Atlántico, el puerto de Santo Tomás (en ese entonces Matías de Gálvez).
El 27 de junio de 1954, Árbenz fue obligado a renunciar a la Presidencia y salir del país junto con su familia. La forma en que intentaron mancillar su dignidad es conocida porque circularon las fotografías por todo el mundo.
Jacobo Árbenz falleció en México después de un largo exilio. Sus restos regresaron a la Guatemala el 19 de octubre de 1995.