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Arjona, palabras en alto contraste | Lea aquí la entrevista que publica hoy la revista RollingStone México

“La fama hace más difícil todo”, dice el cantautor guatemalteco. Sin embargo, su enorme popularidad no ha hecho más que crecer desde que en l986 lanzó su primer álbum. Hoy se encuentra inmerso en la gira más ambiciosa y exitosa de su carrera.

Tomado de Ricardo Durán / Revista RollingStone México – Fotos con créditos de Fotógrafo: Ricardo Calderon @hyperlab; Productor: Adrian Pacheco @adrianopolus; Make up : Carmen Ayala @carmen07ayala

Mucho se ha dicho, se dice y se seguirá diciendo sobre Ricardo Arjona, sin embargo, también hay un montón de cosas innegables a la hora de analizar su carrera, como su éxito arrollador, su estilo único y particular, y su férrea personalidad.

Son pocos los artistas iberoamericanos que, habiendo sido tan criticados, han vendido tantos millones de discos; casi es un común denominador, a mayor popularidad, mayor en el volumen de las críticas, porque si nadie odia tu trabajo es porque nadie conoce tu trabajo. Y a Arjona lo conoce todo el mundo.

Con casi cuatro décadas de carrera, su voz y sus letras han logrado una conexión indiscutible con quienes encuentran en sus canciones una forma de entender la vida, el mundo y las relaciones. Sus críticos le acusan de ser demasiado básico, pero si se le compara con otros letristas de éxito enorme, Arjona se muestra más ingenioso, curioso y coherente que muchos otros, mientras los listados se llenan de canciones con letras cada vez más ramplonas, llenas de product placement y ego trips estúpidos.

Y él se da el lujo de evitar subirse al bus del urbano porque nunca lo ha empujado. Y no lo necesita, porque lo suyo ha logrado mantenerse exitosamente y por cuenta propia, cuando muchos de sus colegas (miembros de la misma generación) luchan contra la irrelevancia haciendo colaboraciones desesperadas con figuras del reggaetón, con resultados lamentables.

A comienzos de la década pasada creó su propio sello disquero, Metamorfosis, e inauguró esa nueva condición con un álbum titulado Independiente. Resulta muy difícil imaginar a las directivas de una disquera tratando de decirle cómo escribir sus canciones o cómo manejar estratégicamente su carrera. “Los enemigos que genera la independencia valen mucho más que los amigos que genera la subordinación”, dijo en su momento, dejando las cosas perfectamente claras, y sentando un referente más para quienes navegan las agitadas aguas del negocio musical.

Entre 2020 y 2021 lanzó los álbumes Blanco y Negro, con canciones en formatos que hoy podrían denominarse como “clásicos”, abarcando desde el tango y blues, hasta el rock y el pop. Los dos discos fueron grabados en Londres, en los estudios de Abbey Road, y son evidentes declaraciones de principios sobre lo que este artista piensa de las tendencias actuales en una industria maleable, falta de carácter y llena de conveniencias.

Con el mismo espíritu de esos dos álbumes, el cantautor guatemalteco también se ha dado el lujo de emprender un tour que al finalizar habrá presentado más de 100 conciertos a los largo y ancho de Estados Unidos, Europa y América Latina. La gira tiene unas dimensiones colosales, y hay quienes han llegado a compararla con lo que Coldplay ha venido haciendo en vivo en los últimos años. Los resultados de esta aventura han sido proporcionales, y ya se cuentan por millones las personas que han asistidos a los shows.

Nada de eso habría sido posible si las críticas le hubieran perturbado. “Me gusta la gente malintencionada, no para pelear con ellos, sino para demostrarles que el regirte por sus propias convicciones es el único camino”, es una frase que se le atribuye en respuesta a sus críticos más virulentos. A lo largo de esta entrevista veremos que Arjona habla y piensa como escribe, gústele a quien le guste; ante su discurso y su figura es muy difícil que alguien quede indiferente.

Alguna vez usted dijo que sentía nostalgia de sí mismo, ¿cuáles son las cosas que más extraña del Ricardo que tenía 25 O 30 años?

A los 25 sabía perder. Incluso lo disfrutaba. Era inmune a lo sofisticado, y el ego pagaba renta a corto plazo, que era casi lo mismo que el teflón, todo resbalaba. A los 25 componía por impulso, y lo que escribía no iba a parar a las manos de directores artísticos que se disfrazaban de músicos siendo financieros.  Hoy, a un poco más del doble, ya no lo veo con nostalgia. Fui un cisne que nadó muchas veces entre fango, y salió inmaculadamente blanco, aunque un poco más viejo.  Hoy, volví a ser el mismo, aunque sospecho que más feliz.

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