InicioActualidadGarcía Márquez empeñó sus bienes para publicar 100 años de soledad

García Márquez empeñó sus bienes para publicar 100 años de soledad

A propósito del estreno de “100 Años de Soledad” en la plataforma de Netflix, el nombre de Gabriel García Márquez cobra auge en el mundo nuevamente. Aquí abordamos con información de medios internacionales, una breve historia del escritor y su obra cumbre.

Adrián Velásquez/laprensadeoccidente.com.gt

Gabriel García Márquez, también conocido como “Gabo” trabajó como periodista en el diario El Espectador. En 1955 mientras ejercía el periodismo tuvo que abandonar su país natal, Colombia. Lo enviaron a Ginebra a cubrir una conferencia de los Cuatro Grandes, para luego ir a Roma.  Vivió en distintos países europeos durante 4 años.

En estos años nacieron sus obras: “El coronel no tiene quien le escriba” y “La mala hora”.

En 1959 tomó la dirección de la agencia de noticias cubana “Prensa Latina”. Estuvo viviendo en Cuba y luego lo trasladaron a Nueva York, donde tuvo inconvenientes con cubanos exiliados y tomó la decisión de renunciar.

«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo». Foro de la serie producida por Netflix.

García Márquez tenía ideas de izquierda política y era amigo de Fidel Castro, fue cuando tomó la decisión de irse de Colombia nuevamente. Lo acusaban de tener una relación con la guerrilla del M-19. El presidente de ese entonces Julio César Turbay lo consideró aliado de ese grupo. Decidió irse a vivir a México donde desarrolló una de sus más grandes obras, y creó Macondo.

Gabo pasó penurias y carencias, así lo relataba, junto con su esposa en 1966, fue acumulando deudas y un futuro incierto, lo único que les quedó para poder mandar un manuscrito a Buenos Aires fue ir al centro histórico de la Ciudad de México para empeñar la estufa, el secador y la licuadora en el Monte de Piedad.

“A principios de agosto de 1966, Mercedes y yo fuimos la oficina de correos de México para enviar a Buenos Aires la versión terminada de Cien años de soledad, un paquete de 590 cuartillas escritas a máquina a doble espacio y en papel ordinario dirigidas a Francisco Porrua, director literario de la editorial Suramericana. El empleado del correo puso el paquete en la balanza, hizo sus cálculos mentales y dijo: «Son 82 pesos». Mercedes contó los billetes y las monedas sueltas que le quedaban en la cartera y se enfrentó a la realidad: «Sólo tenemos 53». Abrimos el paquete, lo dividimos en dos partes iguales y mandamos una a Buenos Aires sin preguntar siquiera cómo íbamos a conseguir el dinero para mandar el resto. Sólo después caímos en la cuenta de que no habíamos mandado la primera sino la última parte. Pero antes de que consiguiéramos el dinero para enviarla, Paco Porrúa, nuestro hombre en la editorial Suramericana, ansioso de leer la primera parte, nos anticipó dinero para que pudiéramos enviarla”.

Meses después Cien Años de Soledad se convertiría en un éxito internacional, llevando al escritor a ganar con el primer pago cerca de 500,000 dólares, dando un giro de 180° a su vida.

“A mis 38 años y ya con cuatro libros publicados desde mis 20 años, me senté en mi máquina de escribir y empecé: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo». No tenía la menor idea del significado ni del origen de esa frase ni hacia dónde debía conducirme. Lo que hoy sé es que no dejé de escribir durante 18 meses hasta que terminé el libro. […] Esperanza Araiza, la inolvidable Pera, era una mecanógrafa de poetas y cineastas que había pasado en limpio grandes obras de escritores mexicanos […]. Cuando le propuse que me sacara en limpio la obra, la novela era un borrador acribillado a remiendos […]. Pocos años después Pera me confesó que, cuando llevaba a su casa la última versión corregida por mí, resbaló al bajarse del autobús con un aguacero diluvial y las cuartillas quedaron flotando en el cenagal de la calle. Las recogió empapadas y casi ilegibles con la ayuda de otros pasajeros y las secó en su casa hoja por hoja con una plancha de ropa. Y otro libro mejor sería cómo sobrevivimos Mercedes y yo con nuestros dos hijos durante ese tiempo en que no gané ni un centavo. Ni siquiera sé cómo hizo Mercedes durante esos meses para que no faltara ni un día la comida en la casa. Después de los alivios efímeros con ciertas cosas menudas, hubo que apelar a las joyas que Mercedes había recibido de sus familiares a través de los años. El experto las examinó con rigor de cirujano, pasó y pasó con sus ojos mágicos las esmeraldas del collar, los rubíes de las sortijas […]. Y al final volvió con una larga verónica de novillero: «Todo esto es puro vidrio».

Extracto del discurso de Gabriel García Márquez leído en Cartagena de Indias en marzo de 2007.

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