En medio de los festejos por los 500 años de fundación de Quetzaltenango, es crucial reflexionar sobre las verdaderas prioridades que enfrenta la localidad. No debemos perder de vista los desafíos que aún persisten y que requieren de acciones concretas para lograr un desarrollo integral y sostenible.
Claudia Lepe/laprensadeoccidente.com.gt
Hemos escuchado que somos «el segundo departamento en importancia del país», sin embargo, los datos revelan una realidad distinta. Según el Banco de Guatemala, en 2022, Quetzaltenango ocupó el tercer lugar en el Producto Interno Bruto (PIB) departamental, con un 5.6% del total nacional, muy por detrás de Guatemala y Escuintla. Esto contradice la percepción generalizada y pone en tela de juicio el verdadero impacto económico de la región. La ausencia de datos actualizados también refleja la falta de compromiso de las instituciones por mantener informada a la población.
Más allá de los indicadores económicos, los índices de Desarrollo Humano(IDH) n Quetzaltenango son preocupantes. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el IDH de Quetzaltenango en 2018 fue de 0.653, categoría de «desarrollo medio”. ¿Será que seis años después hemos avanzado? Desde mi punto de vista, no. Recordemos que la pandemia exacerbó las brechas existentes en áreas clave como educación, salud y nivel de vida digno, sufriendo un retroceso del cual no nos hemos recuperado.
Quetzaltenango: 500 años ¿qué sigue? ¿Un viaje hacia el futuro o un retorno a nuestras raíces?
El Índice de la pobreza Multidimensional (IPM) que es una medida que captura las privaciones que sufren las personas en diferentes dimensiones de la vida, más allá del ingreso. Considera carencias simultáneas en áreas como educación, salud y nivel de vida. Permite identificar quiénes son pobres y la intensidad de su pobreza, complementando las mediciones monetarias tradicionales. Los IPMs son alarmantes, de acuerdo con el PNUD, en Quetzaltenango en el 2018 fue de 0.289, lo que lo sitúa en un nivel «alto» de privaciones.
Dos de los principales desafíos que enfrenta Quetzaltenango, la inseguridad y la desnutrición. Seguridad, a pesar de los esfuerzos de las autoridades, los índices de delincuencia siguen siendo altos, las extorsiones es lo que afecta la calidad de vida de los habitantes y desalienta la inversión económica en el territorio.
Por otro lado, la desnutrición crónica sigue siendo un flagelo que afecta a una gran parte de la población infantil. Aunque los casos de desnutrición aguda disminuyeron un 5.6% en 2022 en comparación con 2021, aún queda un largo camino por recorrer.
Sobre otro mito: “Somos la cuna de la cultura”. Aprovecho para agradecer al consulado mexicano por coordinar la presentación del “Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández”. Aparte de ser un espectáculo poco visto en nuestro terruño, nos dieron una pequeña prueba de la gran inversión que ese país hace en sus artistas. Como le comenté al cónsul mexicano Oscar Mora, “Otra vez los mexicanos nos vinieron a conquistar”.
Un país en donde se relegue a un último plano la transmisión de su cultura, no tiene apropiación de identidad.
Mientras Quetzaltenango celebra sus 500 años de fundación, es crucial no perder de vista las realidades que aún afectan a sus habitantes. Las festividades deben ir acompañadas de un compromiso genuino para transformar las estructuras de poder y garantizar los derechos de todos los ciudadanos. Solo así podremos celebrar verdaderamente la rica historia y el patrimonio de Quetzaltenango, honrando su legado de resistencia y lucha por la justicia y el desarrollo integral.
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