Por: Marvin García/@marvinsgarcia
Si hay alguien que crea que con los resultados de este domingo va a cambiar algo, es mejor que reflexione y entienda que los problemas de Guatemala son demasiado profundos y extensos, y por más optimista que uno quiera ser, muy probablemente las cosas no van a cambiar o incluso estarán peor.
La democracia en Guatemala es muy joven y débil, nos cuesta mucho entenderla y utilizarla. Este sistema político (impuesto) ha sido utilizado como un instrumento para instaurar y sostener un modelo económico que ha ocasionado una brecha de desigualdad que mantiene al país entre el paisaje de la desesperanza. En términos reales, la democracia no existe.
Pero bien, con todo y eso, se acerca el día más importante para el ejercicio ciudadano, el día en que el sistema nos hace creer que en nuestras manos está el rumbo que el país tomará durante los siguientes cuatro años. El ejercicio del voto tiene que ver en cómo darnos unos minutos para poder elegir, es decir, al final, los derroteros que a Guatemala le toque atravesar serán responsabilidad nuestra y solo nuestra, recuérdelo bien mientras entrega su DPI, le dan en sus manos las boletas con la cara de toda esa gente que jamás pensó en usted realmente y se dirija al espacio “privado” en donde estará solamente usted y su decisión. Así funcionan las ilusiones.
En medio de una campaña de las más confusas, la oferta política ha sido más de lo mismo, gente que en su mayoría, bajo la máscara de estar preocupados por una mejor sociedad, buscan el poder y privilegios, sumado a las redes oscuras que se mueven detrás de lo que la mayoría de medios de comunicación transmite y que a estas alturas ya tienen amarrado el pache, pero a pesar de eso, sí, vamos a votar ¿por qué no?
Para la Presidencia me inclino por Thelma Cabrera, me parece un gesto simbólico trascendental para refrescar el escenario político, nada mejor que la postulación de una mujer maya, trabajadora y valiente que incomoda a las estructuras de poder que han perpetuado el racismo y el clasismo en este país acostumbrado a ver hombres de corbata y mujeres con tacones en los espacios de poder que han operado para élites que han visto a Guatemala como una finca.
A nivel local, el panorama es desalentador, ya Grijalva demostró que con buenas intenciones no se rescata una ciudad como Xela, al contrario, la municipalidad en su estructura es un elefante blanco y perezoso que no va a reaccionar; a todos los candidatos se les fue la campaña hablando de su amor por Xela, pero nadie dio propuestas reales, sumado a que somos una sociedad altamente conservadora que lo único que le interesa es el bacheo de las calles, mi pronóstico es que tendremos cuatro años más sin mayores cambios, todo seguirá igual, acostúmbrese, el orgullo quetzalteco tiene que reconocer que somos una ciudad del tercer mundo y ahí nos vamos a quedar, tristemente.
Para perpetrar la violencia y los actos injustos, dice Tocqueville, no le basta a un gobierno la voluntad o incluso el poder; los hábitos, las ideas y las pasiones de la época deben prestarse a tales cometidos; prefiero pensar que el domingo más allá de esa falsa idea de la democracia sea una oportunidad para reflexionar y para entender la historia y cómo nuestros hábitos se reflejan en la lucha del poder en Guatemala, porque esa gente que está ahí en esa papeleta es el reflejo de nuestra sociedad y de nosotros como personas individuales. Creo que a Guatemala le caería mejor una revolución y no una elección.
“El orgullo quetzalteco tiene que reconocer que somos una ciudad del tercer mundo y ahí nos vamos a quedar”