El 14 de octubre, en el Salón de Honor de la Municipalidad de Quezaltenango se realizó la presentación del libro Alejandro Cotí, editado por Julio C. Palencia y publicado por la editorial Praxis. Uno de los invitados para comentar fue Daniel Matul Morales, académico e intelectual, le dedicó este texto que a continuación publicamos.
He tenido el honor de estudiar la redacción profunda y afectuosa contenida en la obra “Alejandro Cotí”, compilada por el poeta Julio Palencia, hermano, amigo íntimo de Alejandro. El libro es caudaloso, tanto en amor como en sociología, antropología, cultura, política, arte y vida académica. Relaciona arte y libertad en el esplendor de la trágica grandeza de un ser humano inmenso y afectuoso como Alejandro Cotí López.
El volumen alejandrino me ha permitido incursionar en el jardín de la sabia de nuestro joven, innato de esta ciudad de She Lajuj Noj, considerando oportuno, en esta tarde de homenaje, realizar un tipo de angiografía, para penetrar, de alguna manera, en los tiernos vasos sanguíneos de su corazón y en el filamento de su alma.
Cómo fue posible que, en medio de un Estado racista, dependiente y colonial, un joven pensador de espíritu maya, un dirigente de la universidad nacional como Alejandro Cotí López, haya sido capaz de prefigurar transformaciones que transcendieron la vida estudiantil, alcanzando a sembrar el rosal de la justicia en el corazón de los oprimidos, humillados y despreciados, de la cultura que tanto amó.
Fue posible porque su propuesta política, estética y artística, jamás se distanció de los sentimientos milenarios de su cultura, de las imágenes del arte, acervo de sus secretos y de los sueños de las naciones subyugadas. Esta fue su senda, este fue el camino de su valentía, este fue el derrotero de su auténtica existencia y el principio fundamental de su conducta humana.
Como ingeniero de la vida, Alejandro Cotí López, nunca dio cuenta ante nadie de su profunda identidad milenaria, sabía que sus aprendizajes desde el día de su nacimiento habían corrido por la sabiduría de sus inconmensurables madre y padre, capaces de nutrir su personalidad, temperamento, carácter desde el hondón del espíritu maya k’iche, cuyos rasgos más notables interpretó con posturas inspiradoras de libertad, siendo estudiante de secundaria, ya no digamos cuando ingresó a la universidad.
Así fue como resolvió la paradoja cultura milenaria y opresión colonial. Seguramente con la resonancia familiar y potencia cultural maya k’iche, consiguió agitar los resortes de su identidad, consiguió sacudir la espiral de su máxima sensibilidad social, con lógica de corazón, ante un cuadro nacional complejo, y la mayor de las veces, intrincado.
Por supuesto, con raíz de cordura y estado de vigilia se embarcó en la experiencia de inéditos caminos de liberación nacional, fuera del esquema estándar de la izquierda oficial. En mi modesto juicio, este hecho socio-político-cultural, constituye el episodio medular de su trayectoria como dirigente juvenil mesoamericano, en el momento trágico de la libertad en Guatemala.
Intrépido y regocijado en la tradición insurgente de la cultura y civilización invadida aquí en She Lajuj Noj, el 20 de febrero de 1524, heroico y bondadoso renunció al apego al ego, hasta elevar e inspirar su existencia viviendo en favor de los grandes conglomerados desposeídos de Mesoamérica, fue esta bondad la que exaltó su ternura, amistad y compañerismo hasta llegar a ser querido y respetado como dirigente auténtico, en cada momento de su vida.
El querido doctor Víctor Valverth, en primoroso ejercicio socio político cultural, nos presenta bajo el título: “El Nahual es la Ley”, el universo explicado del alma insigne de Alejandro Cotí López, prácticamente, definiéndolo como poema de rebeldía refulgente que siempre negó obediencia al sistema colonial.
En paralelo me parece imprescindible incursionar, rápidamente, en el universo implicado de Alejandro. La señal que trazó su eminente destino, en la cuenta del tiempo maya, nos dice que fue concebido en Akabal, símbolo del final de la oscuridad y principio de la claridad; misterio-esperanza. Nació en con el tono galáctico 11, siendo su Nawal Batz, representa el hilo del tiempo de la cultura, arte, oratoria, escultura. Su signo kawok, lo situó ante el pueblo, la comunidad, la casa, el país. La asociatividad, consciente o inconsciente, de estas manifestaciones cósmicas le facilitaron modelar su destino, en hilo de tiempo, por la liberación, ejercitando su palabra hablada y escrita, sentimientos y su acción.
Genial y brillante, Alejandro Cotí López, desarmado libró la batalla contra la pusilánime infamia armada, sin embargo, su más alta y pura nobleza arraigada en la antigua estirpe de los Azumanche, de los Witzizil Tzunum, de los Tecún Umán, de los Nejaib, jamás ha podido ser ultimada por la miserable efigie de la colonización, por el contrario, el desbordante amor por los subyugados que motivaron la vida e intelectualidad de nuestro portento juvenil maya k’iche, Alejandro Cotí López, brilla en todos los tonos y en la integridad de las páginas de la historia de los invadidos.
Ahora mismo Alejandro Cotí López, cobijado por la virtud de las almas que resuenan en el corazón de los pueblos acometidos, nos infunde ánimo para gozar la dulzura de su vida como hijo ejemplar, como esposo tierno y apacible, como padre vivaz y refinado, como compañero resuelto y académico refulgente, extraordinarias posturas humanas que lo llevaron a alcanzar, a muy temprana edad, pasar del cielo de las estrellas móviles al universo de las estrellas fijas de la gran nación maya Mesoamérica.
Hoy venimos a proclamar la personalidad de Alejandro Cotí López, en la luz de la inmortalidad de la libertad, frente a su familia decimos que honramos su vida luminosa, honramos su decisión de convertirse en ola de amor, provechosa para la cultura humana, Alejandro Cotí López, constituye un rayo luminoso que anuncia el sol naciente, sentimos su vida como encuentro con el vergel de la esperanza.
Es cierto que ha sido difícil superar la angustia y aflicción de su partida, pero volvemos a su vida en homenaje de corona de laureles sobre su honroso mausoleo y con el timbre tierno, sereno y rebelde de su voz, solemne expresamos a su digna familia que junto a ella cotidianamente recreamos su resplandeciente vida prolongando su existencia heroica y su virtud de lealtad a la cultura palpitante en sus moléculas, en sus células, en sus neuronas y en su corazón todo.

Queridas amigas y queridos amigos, en el secreto de los siglos de los justos, solamente podemos vocalizar a Julio Palencia, Carlos López, y Erick Valdez, nuestro agradecimiento por la genial idea de convocar a la edición del Libro “Alejandro Cotí”, hijo de Quetzaltenango y hombre de honor. El estudio de sus páginas nos permitió percibir la dulzura del corazón de Alejandro Cotí López y el flujo vital de sus sentimientos.
Queridas amigas y queridos amigos, a la nación maya en sus diversas nacionalidades, solemnemente le pronunciamos honras a la vida de Alejandro Coti López, porque portando la antorcha del inmenso Tojil, defendió la dignidad guatemalteca tantas veces ultrajada, depositó como ofrenda vital para la patria su espíritu, su anatomía y su personalidad. Pensemos en Alejando Cotí López, continuemos dándole vida y que su símbolo nos sirva de aliciente para la edificación de la paz y la felicidad de Guatemala.