María Jacinta Xón Riquiac gestora e investigadora culinaria, originaria de Chichicastenango, El Quiché, presentó en México en septiembre su libro  “Los otros, los silenciados, los globales y contemporáneamente presentes: Los incómodamente no vencidos, los mayas entre ellos”, recientemente visitó Quetzaltenango para dar a conocer su otro texto: “Entre la exotización y el mayámetro de dinámicas contemporáneas del colonialismo”.

Adrián Velásquez/La Prensa de Occidente

“Mi vida se conjuga en puros accidentes, circunstancias, situaciones y casualidades. En una de ellas, terminé estudiando el diversificado en un colegio católico súper elitista de Quetzaltenango. Allí me di cuenta de que había un problema muy complejo entre indígenas ricos y pobres; también contra indígenas fuera del departamento y con los ladinos, ni se diga. El racismo allí era muy complejo y demasiado sutil. Esta cuestión me movió mucho”, afirmó Xon Riquiac en una entrevista al medio digital Ruda. 

-¿Cómo define la exotización desde la perspectiva de este libro?

Son términos que van definiendo el pensar de la sociedad y cómo se relacionan las personas a partir de comprender estas sociedades desde un ojo de las ciencias positivas, es decir, en Europa, nos definen como seres extraños, exóticos, coloridos, a partir de esto hay toda una construcción de los pueblos como algo exótico. Por ejemplo, usted va a Europa lo más seguro es que le pregunten por sus plumas, pero usted no usa plumas, hay como una visión de lo que son los pueblos a partir de cómo ellos se imaginan de como somos nosotros, hay un estereotipo de quiénes somos como somos. ¿Y usted dónde dejó su taparrabos? Eso se llama exotización. Hay toda una construcción de muchas teorías e hitos que van definiendo a los pueblos latinoamericanos, africanos y asiáticos como exóticos.

-¿Cómo nace en usted escribir este libro?

Cuando uno es chiquito va viviendo esto permanentemente, en la escuela por ejemplo las maestras siempre tuvieron preferencias por los niños más blaquitos o los mejor vestidos, es así aquí y en todas partes del mundo en cierta manera. Lo vive uno y preguntarse por qué quieren mas a los niños blaquitos,  por qué la niña ladina tiene mas privilegios que la niña morenita o pequeñita, de alguna manera siempre me di cuenta de que hay algo que no está bien. La antropología me ayudó a ordenar y entender por qué pasaba eso y a partir de eso voy viendo que la Europa del siglo 16 y 17 va narrando a sujetos que hacen sacrificios, no es que fuera como ellos lo describían, sino necesitaban vender esa idea a Europa para decir que lo que estaban haciendo acá, principalmente la iglesia, salvar almas, ¿qué le dijo a la iglesia católica de los pueblos en Europa? Que aquí creían en varios dioses, que hacían sacrificios humanos para los supuestos dioses.  Finalmente nunca entendieron lo que pasaba aquí, ellos necesitaba vender la idea para que digan “salvemos a los pobres indios”.

-¿Usted cree realmente que los jóvenes hoy en día, están conscientes de esa exotización de la que usted escribe?

Yo creo que lo están enpezando a hacer, el problema es creer que existe un indígena auténtico. Es problema es que cuando faltan elementos de la identidad, es lo que pasa aquí en Quetzaltenango, ha habido un proceso de aculturación, de expropiación de elementos como el lenguaje, como muchas otras cosas, se va creando una ficción de decir cómo es el indígena auténtico. Pero resulta, como pasa en otros lugares, donde simplemente los indígenas que nos vamos adaptando a lo que nos toca, en ropa, en comidas, en tecnología y todo lo demás, no tenemos qué demostrar cómo es un indígena auténtico porque lo seguimos siendo sin tener necesidad de decir que cómo es un indígena auténtico, entonces esa es la conversación con la juventud,  de que no necesariamente existe un modelo de ser indígena original o auténtico, se es indígena y ya, y si no quiere serlo no lo es, ese es el punto quizás.

-Qué opinión le merece que en Xela los indígenas en el pasado dominaban el comercio, los papas decidieron que sus hijos fueran profesionales y abandonaran su oficio. Ahora los ladinos tienen esos negocios, y lo mas grave, los indígenas fueron a la universidad se graduaron, ahora son empleados.

Eso es otro concepto que aparece en el libro que se llama “racialización”; nosotros que vivimos en este sufrir del racismo, somos víctimas y hay victimarios, lo absorvemos y lo convertimos en algo sobre lo que no tenemos control. Ejemplo, eso de creer que profesionalizándose es el camino al éxito es un proceso que yo llamo racialización. El racismo fue duro para mi porque ser profesional tampoco significa la ventana al éxito. Por ejemplo, mucha gente dijo, “pobrecitos mis hijos son víctimas de racismo mejor ya no les enseño el idioma” pero seguimos siendo morenos, chaparritos. ¿Qué cambió en ya no enseñarle el idioma? Solo el hecho de esconder que de verdad ya no eran indígenas, pero no es posible. A todo eso yo le llamo procesos de racialización. El racismo no solo se vive y se sufre, pasa por nosotros, escapa, no tenemos control de estos comportamientos.

-¿Qué pasa con los matrimonios, los indígenas buscaron ladinas o ladinos para casarse?

En Chichicastenango es diferente, hay un 99 por ciento de indígenas dentro del pueblo, uno por ciento de ladinos, es tan fuerte la influencia de los indígenas, en el caso de las mujeres, terminan poniéndose el traje o en el caso de los hombres a sus hijitas les ponen traje. Lugares como este -Xela-, me da curiosidad qué sucede, no sabría decirle. Ver a unos Gutiérrez casados con unas indígenas, creo que eso todavía está muy lejos, quizá con otro tipo de gente con menos poder adqusitivo o con menos alcurnia, eso pasa en otros países como Europa y el mundo, los ricos se casan con los ricos, es la única manera de mantener los privilegios. Quizá en 20 o 30 años existan sociedades más equitativas. En 20 años veremos qué pasó.

AMADO “El exotismo es más una idea de cómo percibe usted a los demás, a eso se refiere el libro. También fundamenta el racismo”. El libro a la venta en Librería Santiaguito.