
En sus 138 años, la Feria Centroamericana de la Independencia ha albergado diversidad de negocios y juegos que han marcado la vida de los quetzaltecos y visitantes.
José Racancoj / La Prensa de Occidente
Muchos de los comercios y atracciones que son parte de Xelafer, encuentran sus orígenes a mediados del siglo pasado. Los campos de Minerva, principalmente, fueron testigos en las décadas de 1950 a 1980, de las primeras ventas de cheveres o garnachas, así como de varios juegos y otro tipo de negocios de entretenimiento que son parte esencial de la feria.
Al hacer un recorrido por estos negocios, que al recordarlos causan nostalgia en aquellos que los disfrutaron, se debe mencionar que en 1968 llegaron a Quetzaltenango los primeros hot dogs, las salchipapas Alpina, donde un pan grande costaba unos 7 centavos, comenta el historiador quetzalteco, Francisco Cajas Ovando.
Al año siguiente apareció el Cheveré de don Julio Alarcón, “era un señor de oriente, quien lo trajo por primera vez, y vino por muchos años”, comenta el cronista.
Mientras que la llegada de los famosos churros españoles marcaría el inicio de este dulce alimento en las ferias, “eso lo trajo un español quien tenía como ayudante a Doris Regalado, quien era salvadoreña, y cuando ya no estaba el español ella venía con los churros sevillanos”. De ahí se popularizaría en las “chocomilerias, churrerías y refresquerías”, que solían tener la imagen de Pancho Pantera.
En cuanto a los restaurantes o comedores, uno de los más famosos era el de San Francisco, de doña Marcelina viuda de Bran, quien era de Mixco. Ella tenía más de 45 años de venir a Quetzaltenango durante la feria.
Mientras que las famosas garnachas serían conocidas al principio a través de Las Juchitas, provenían de un pueblo cercano a Oaxaca, México, llamado Juchitán. “Estas vinieron antes y fueron las primeras, estaban en la calle principal”, refiere el historiador.
Juegos y atracciones
Los juegos mecánicos han sido característicos de la feria desde mediados del siglo pasado. Entre los primeros estuvieron las diversiones salvadoreñas, que cambiarían su nombre a Juegos Mecánicos de Guatemala, para no recibir críticas.
También aparecería las Diversiones Rodríguez, una empresa guatemalteca que traía la Rueda de Chicago, la silla voladora y los caballitos, entre otros.
En esos años también era normal entrar a la lotería La Marinita, que era la más grande. También se encontraba la lotería La Guadalupana.
En cuanto a las carpas, que eran como teatros pequeños y donde se realizaban funciones rápidas, con actos de ilusión como el niño atómico, la mujer tarántula, el niño lagarto y Xiomara la mujer serpiente, era común ver la carpa del profesor Palacios.
Otra de las atracciones en esos años era la proyección de películas. “La empresa Mejoral proyectaban cine para que la gente de escasos recursos pudiera ver películas de El Águila Negra o Pedro Infante”, refiere Cajas.
Salones de baile para todos
En aquellos años era común disfrutar de los salones de baile, los cuales se diferenciaban por clases sociales. Existía el Club Tennis Quetzalteco, para la alta sociedad. El 16 de septiembre se realizaba la noche típica centroamericana, donde desfilaban reinas nacionales e internacionales.
Para la clase media estaba el salón Bahía, donde diferentes marimbas amenizaban. Las radios nacionales solían transmitir los bailes. Y para la clase más popular se encontraban los salones de zarabanda. “La más famosa fue El Aguilá, que aún se instaló en los años 90. Aquí había marimbas pequeñas. Tenían un rótulo característico que decía: prohibido tirar chencas en el suelo porque se pueden quemar los pies las señoritas”, comenta.
Más para el recuerdo
El salón de exposiciones era distinto al actual, refiere Cajas, pues antes se encontraba industria, pero ahora ya no. “Venían muchos manualistas, como Creaciones Canguro, quienes hacían muñecos de trapo y de plástico, cada año traían alguna innovación para el público”.
También llegaban quienes exponían cuadros que eran copias exactas de grandes pintores, y estaban los que hacían estatuas en yeso. Además, se podían disfrutar de vasos de vino a 10 centavos, los que se encontraban en la bodega Sahara, que se ubicaba en casetas. En cuanto a cervecerías, venían muchas de fuera, principalmente salvadoreñas, entre las que estaban El Franciscano, Los Tiburoncitos, Marleny y Costa Grande, entre otras.
De acuerdo con Cajas, la feria cambió cuando se quemó el mercado de La Democracia y se trasladó a los vendedores a los campos de Minerva. La feria se estableció en lo que hoy es el Centro de Ferias y Mercadeo de Quetzaltenango (Cefemerq), ocupado actualmente por el Hospital Temporal Covid-19.
Las zarabandas, la más famosa fue El Aguilá aún existía en los 90 con marimbas pequeñas. Tenían un rótulo que decía: prohibido tirar chencas en el suelo porque se pueden quemar los pies las señoritas”